Cinco Puntos by Letibop #16 Fall in love with someone that enjoys your weirdness
Cinco Puntos - Cinco de Junio de 2023
Como dijo mi hermana minutos antes de empezar el último capítulo de Succession “ahora viene lo bueno, el verano está en la puerta”. Y así es, nos preparamos para la alegría. Sol, días larguísimos, festivales, jornada intensiva, tu piel morena (sobre la arena), playa, helados y las mejores frutas del año, todas de color rojo.
La newsletter de junio empieza con un buen desayuno en el norte de Londres. Huevos, bacon, baked beans e infinitas delicias grasientas y dulzonas. ¿A quién no le va a gustar? Seguiremos moviendo el cuerpo con mi compañía de danza contemporánea favorita y su kova, espero que te hagan vibrar como a mí. El movimiento sigue en el punto tres, cogemos la raqueta y vamos a ver pistas de tenis cerca del mar, planazo para una tarde de principios de junio. Después de tanto traqueteo, nos relajamos recorriendo los pasillos de mi librería favorita de Valencia, culpable de que la maleta no cerrara tras mi última visita.
Y, para acabar, en el punto cinco, te explico por qué decidí ser una patata en un mundo de aspirantes a trufa.
Es lunes, cuesta un poco, lo sé. Algunos afortunados tenemos fiesta, pero si no es tu caso, espero que este ratito juntos te haga el inicio de semana más ligero.
Punto #1: Rise and Shine, It's Breakfast time!
La cocina tradicional inglesa no sería la más saludable y equilibrada, no lo discutiré. Pero un país capaz de meterse entre pecho y espalda, unos huevos fritos, salchichas, morcilla negra, champiñones, un par de lonchas de bacon, judías estofadas y dos tostadas con mantequilla acompañadas de una taza de té caliente antes de las 8 de la mañana merece todo mi respeto y admiración.
¿Estás imaginando un plato que convertirá la autopista de tu sistema vascular en un atasco? ¿Un tren de grasa descontrolado que se dirige hacia tu corazón? Pues lo que te traigo en este primer punto tiene algo de eso, pero en una versión modernita. Hoy quiero hablarte del Norman’s Cafe London, una interpretación contemporánea de los “Great British Greasy Spoon”, esos locales tradicionales ingleses con comida a buen precio donde abundan las frituras y es más importante llenar la barriga que promover una dieta equilibrada o ser cuqui.
El Norman’s Cafe une lo mejor de los dos mundos ofreciendo una amplia carta de platos tradicionales en un espacio contemporáneo y auténtico que cuida los detalles y la estética sin obsesionarse. Puedes verlo en su cuenta de Instagram (mi debilidad), donde cada imagen muestra un plato sencillo, sabroso y honesto. Ese es el objetivo de sus dos fundadores, Elliott Kaye y Richie Hayes, que a finales de 2020, en plena pandemia, decidieron abrir su café en el norte de Londres para hacer realidad su sueño y liderar la nueva generación de los Greasy Spoons.
Si no tienes previsto escaparte a Londres, pero quieres disfrutar de sus puddings de toffee con helado, huevos escoceses, muffins de salchichas, pasteles de pescado o haggis con puré de patata y salsa Worcestershire, pasa por aquí y prepárate para que tu estómago empiece a rugir.
Punto #2: Opening Night
Se apagan las luces, se hace el silencio y de la oscuridad más profunda surgen claroscuros que dejan intuir un gran vestido negro y un ramo de rosas rojo sangre. Lo luce una bailarina interpretando a una actriz -metateatro- que entona un largo agradecimiento en un francés precioso mientras recoge un premio.
Así empieza Opening Night, un homenaje al teatro y a todo lo que se esconde tras el telón a cargo de La Veronal, mi compañía de danza contemporánea favorita. A partir de aquí todo es belleza, una belleza cruda, tan bestia que me pone un nudo en la garganta y me hace llorar varias veces. Me sacude por dentro a través de movimientos imposibles, sincopados, torsiones irreales y contorsiones. Sobre el escenario, cuerpos que parecen deshacerse, flexibilidad, músculo y fuerza. Emoción y pasión a través de la kova, el singular estilo de danza que se ha inventado Marcos Morau, coreógrafo y director de la compañía, y que pasea por todo el mundo con sus bailarines.
En este backstage vemos las tripas de un montaje teatral. Hay trampillas, agujeros, espacios que se comunican, suelos que no acaban y voces que jamás se proyectarán en el escenario. No sabes qué es ni qué deja de ser, vives en un sueño oscuro y raro pero tremendamente bello que sirve para rendir homenaje, a través de sus luces y sus sombras, a todos los elementos que hacen posible que el telón se levante y el público disfrute de un espectáculo.
Lo reconozco, sé muy poco de danza. He visto menos de lo que me gustaría, son escasas las compañías que conozco y es mi asignatura pendiente. Pero lo que siento al ver a La Veronal en un escenario no lo ha conseguido nadie.
Nuestra próxima cita será en Julio, en el Festival Grec, donde estrenarán Firmamento, su nuevo espectáculo que busca generar un espacio mágico que contenga posibilidades infinitas y nos recuerde que hay muchas realidades posibles más allá de la que vivimos. Se sabe poco de él, pero al imaginarlo la piel se me pone de gallina.
Punto #3: Punto de partido
Un verano de los noventa mis padres nos apuntaron a mi hermana y a mí a tenis durante las vacaciones. Las opciones eran coger la raqueta o hacer vela, y como los deportes acuáticos nunca me han apasionado, elegí lo primero. Bien, pues fue el dinero peor invertido de la historia. Yo me pasé julio y agosto corriendo alrededor de la pista (castigo por tirar pelotas fuera) y mi hermana era tan pequeña que ni podía sujetar la raqueta. Llegué a septiembre, eso sí, habiendo mejorado mis marcas en atletismo.
De esos meses me quedé con algo - aparte de un par de pelotas - que hoy sigue encantándome: la ropa (falditas de tablas, calcetines medios y polos blancos) y lo estético de las pistas de tenis, sobre todo las que están cerca del mar.
Hoy, a las puertas del verano y con ganas de que la brisa estival nos toque en te traigo una colección de mis favoritas.
Si quieres más, te dejo algunas por aquí.
Punto #4: París Valencia
Valencia es una ciudad donde siempre soy feliz. Siempre. Tiene el arroz del senyoret de Casa Carmela, horchata y fartons, los frutos secos del Mercat Central, los cócteles y platillos de La Sastrería, las sardinas de Tasca Ángel, los croissants de chocolate del horno que siempre está abierto y los platos fuera de carta de El Gran Azul.
Exposiciones de Sorolla todo el año, el IVAM, el Centre del Carme de Cultura Contemporànea, los conciertos al mediodía en la Pérgola y el cine a la fresca.
La playa de la Malvarrosa, la luz de la mañana, la Ciutat de les Arts, el Cabanyal, el Carmen, Ruzafa. Ah, y lo mejor, tiene a Natalia, los desayunos en la terraza, las conversaciones hasta la madrugada, los spritz y los bailes en el comedor.
Todo esto son mis imprescindibles, pero hoy quiero recomendarte la librería que me tiene robado el corazón, la que hace que vuelva a Barcelona con la maleta cargada hasta arriba: París Valencia.
La descubrí después de ir a ver cómo jugaban al Trinquet en un sitio estupendo y me enamoré. Tiene cuatro sedes, pero la mía es la central, la de la calle Pelayo número 7. Un espacio en el que pasarte horas deambulando entre libros antiguos, descatalogados, novedades y chollos. Una librería para la que no ha pasado el tiempo, con un olor especial, donde puedes cotillear “facsímiles de raros y curiosos” o clásicos valencianos de todos los tiempos.
También puedes armarte de paciencia mientras esperas que tu amiga freaky (yo) repase todos y cada uno de los ejemplares en oferta. Eso es lo que hacía la buena de Natalia en la foto que puedes ver a continuación.
París Valencia nació hace casi 70 años gracias a Cipriano Olivert y hoy cuenta con una sede central de 1.200 metros y 150.000 libros. Si te acercas a la capital valenciana te recomiendo dejarte llevar entre sus ensayos, ejemplares esotéricos y demás libros extraños. Ah, desde la mejor librería de Valencia prometen “servir cualquier libro existente en el mercado editorial”. Imposible irse con las manos vacías.
Punto #5: Soy una patata
Hace unos días leí una frase de Massimo Bottura que se me quedó dentro y me ha hecho pensar mucho: “Not everyone can be a truffle. Most of us are potatoes. And a potato is a very good thing to be”. Tras darle muchas vueltas añadiría que, además de no poder serlo, quizás haya gente que no quiera ser una trufa y decida, por voluntad propia, ser una patata, una muy buena patata.
Vivimos en un mundo obsesionado con crecer, con mejorar, con que ofrezcas tu mejor versión. Más, más, más y si lo has conseguido, esfuérzate un poquito más. Rinde, produce, mejora, optimiza, genera beneficios. Tú puedes, tú debes, hazlo. Pero, ¿qué pasa si llegas a un punto en el que eres feliz con lo que tienes y no necesitas más? ¿Qué pasa si seguir creciendo te aboca a la insatisfacción pese al reconocimiento de otros? ¿Y si ese ascenso te transforma en una persona triste? ¿Y si te convierte en lo que siempre has odiado?
Hace algunos años me ofrecieron un trabajo “que no podrás rechazar”. Más dinero, más viajes, más contactos. Ser partner de Facebook (cuando parecía que molaba) y formar parte de una “gran familia” que cambiaría la comunicación. Argumentos que a ojos de la mayoría eran atractivos. Cuando acabé la entrevista debían ser las 9 de la noche y el equipo seguía trabajando concentradísimo. Les quedaban horas por delante.
Salí del edificio, cogí la bici y di un paseo por la Ciutadella. Paré en un bar y me tomé una cerveza mientras le daba vueltas al asunto. ¿Realmente quería aquello? No tenía 30 años y, sobre el papel, era una gran oportunidad, pero no me apetecía. ¿Por qué sentía que rechazarla era fracasar? Volví pedaleando a casa y me preparé para la llamada del día siguiente.
Cuando la hicieron, les expliqué que pese a parecerme una propuesta retadora y muy interesante, no era un cambio de trabajo, era un cambio de vida y prefería quedarme como estaba. Creo que nunca les habían dicho que no. No se lo creían e indicaron que me estaba equivocando. Colgué y unas horas después me ofrecieron más dinero y mejores condiciones. Más, más, más, siempre más. Pero lo tenía claro, había tomado la decisión.
Sé que algunos amigos lo vieron como un fracaso, un ataque de pánico, una falta de ambición. Aspectos que en nuestra sociedad se castigan y penalizan, decisiones imperdonables. Nunca me importó. No era miedo, pereza o síndrome del impostor, era una decisión meditada y plenamente consciente, no me apetecía jugar en esa liga. Estaba en un buen momento, era feliz y no necesitaba ascender ni el reconocimiento de nadie.
Claro que cuando pusieron en marcha proyectos interesantes me pregunté si había tomado la decisión correcta. Incluso sentí alguna punzada de envidia por no estar ahí, pero el tiempo me dio la razón. Aquel deslumbrante palacio con fuegos artificiales resultó ser un castillo de arena que se vino abajo con la primera ola. Tres años después no quedaba nada, todo se había esfumado.
Yo había decidido seguir haciendo mi trabajo lo mejor posible. Quizás para algunos es una forma de pensar en pequeño, pero es mi forma de pensar y a día de hoy me sigue funcionando. No he tenido ningún problema en dar un paso atrás, criticado por algunos, si eso me ha permitido tener tiempo y fuerzas para hacer cosas que me gustan como escribir esta newsletter, ver más películas o estar con la gente que quiero.
Quizás decidí ser una patata, pero es que Massimo Bottura -pese a ser él una trufa- tiene toda la razón. Piensa en una buena patata frita y dime si no es algo maravilloso.
Punto y aparte
La guinda del pastel, los últimos apuntes de la newsletter de juno. Aquí tienes las últimas patatas de la bolsa:
Hace unos días Chackson me invitó a participar su podcast, Cameo, y a mí me faltó tiempo para plantarme en el estudio de radio. Hablamos de una de mis películas favoritas, Spring Breakers, de Harmony Korine, de chicas Disney que pierden la inocencia, fiesta, drogas, alcohol, bikinis de color flúor, pasamontañas, Skrillex y pistolas. Lo pasamos genial. Fue genial, puedes escucharlo aquí.
Ayer acabó el Primavera Sound y ha sido increíble. Felicidad absoluta durante cuatro días y caer rendida a los pies de Fred Again, un ser humano sensible, dulce y maravilloso que cuando pincha parece un niño emocionadísimo estrenando juguetes. Es adorable. Todos los que lo vimos nos enamoramos un poquito. Encontré este vídeo y quería compartirlo contigo. Es precioso.
Estoy escuchando mucho a Bb trickz. Una chica de 23 años con un estilo muy urbano que no sabía definir, letras directas y una forma de cantar que recuerda a Ice Spice en castellano. Engancha.
Leí esta definición de libertad y la apunté en mi libreta. Simple y clara: En libertad todo es posible y nada es obligatorio.
Vuelvo a menudo a esta carta al director publicada en El País hace un par de años donde una lectora explica como su hija es feliz estando en segunda línea aunque el mundo no la entienda. ¿Qué te parece?
Mi hija quiere ser segundo violín. No primero ni solista, ella lo que quiere es tocar tranquila en un segundo plano, porque eso le hace feliz. Pero el mundo está hecho para los que quieren ser famosos, para los que sueñan con ser los primeros. En el colegio se premia a los que levantan la mano, los que exhiben sus logros y se sienten cómodos siendo el centro de atención. En la universidad se premia a los que dan su opinión, a los que no se mueren de angustia ante la posibilidad de exponerse en público. Y en lo que respecta al mercado laboral, se premia a los que alzan su voz por encima de los que hablan bajito, aunque aquellos no digan nada nuevo. Para ese mundo, convertirse en segundo violín de una orquesta no es lo que una niña debería querer ser de mayor. Pero el problema no es de ella, sino de ese mundo. Porque la maravilla de una sinfonía sólo es posible gracias a los que sueñan con ser segundos violines. Ese mundo está mal y no lo sabe. Aún.
Carolina Vázquez. Inverness (Escocia)
Y hasta aquí la newsletter de junio. Nos volvemos a ver en un mes, agitando el abanico y sorbiendo un granizado de limón. Hasta entonces, ¡disfruta!
Si te apetece hacer cualquier comentario me encontrarás en newslettercincopuntos@gmail.com.
Me hace mucha ilusión recibir vuestros mensajes.