Cinco Puntos by Letibop #13 Happy Birthday to us
¡Qué ilusión verte y haber llegado hasta aquí juntos! Soy de las que disfrutan los cumpleaños. Doy la chapa a un mes vista y cuando se acerca la fecha se lo recuerdo a todo el mundo. Me gusta celebrar y cualquier excusa me parece buena. Hoy levanto mi copa y brindo por esta pequeña newsletter que hace un año vio la luz. También lo hago por ti, que en algún momento has decidido acompañarme y dedicar un rato cada día cinco a sumergirte en mis movidas. Soy una tía con suerte.
Para celebrarlo empezaré contándote algunas cosas de mi última escapada. Hace unos días estuve en Marrakech, fue un viaje un poco caótilo, lleno de imprevistos, pero del que aprendí mucho, te lo cuento en el primer punto y aprovecho para enseñarte algunos souvenirs. De regreso a Barcelona te explicaré un problemilla que tengo con el café, pero no te preocupes, a grandes males, grandes remedios, traigo una solución. En el tercer punto te invito a formar parte de El Club de la Liebre y a suscribirte a una de mis . Sus autoras, las kunst, también han venido a la fiesta y quiero que las conozcas, os vais a gustar. Después te daré las directrices para encontrar un tesoro escondido en una isla del Eixample, una auténtica joya que puedes visitar gratis hasta julio. Acabaré explicándote qué hacemos aquí y cómo hemos llegado. Por qué estoy escribiendo estas líneas y cuántas vueltas he dado hasta conseguirlo.
Lleno las copas, enciendo una vela y me preparo para soplar fuerte.
Sólo (con tilde) voy a pedir un deseo, que por aquí todo siga igual de bien.
Gracias por venir a la fiesta. Entra y diviértete.
Punto #1: Souvenirs de Marrakech
Mentiría si dijera que fue el mejor viaje de nuestras vidas. Está muy lejos de eso. Pero sí ha sido el más accidentado. Empezó cuando a mi hermana le robaron el bolso con el pasaporte a 20 minutos de cerrarse la puerta de embarque. Y, claro, sin documentación no vuelas. Entre nervios y muchas dudas, decidí subirme al avión e irme sola a Marruecos, sin saber si en algún momento nos reencontraríamos. A lo loco, con una mezcla de arrepentimiento, incertidumbre, risa nerviosa y una pregunta resonando en mi cabeza: “¿qué narices estoy haciendo?”. Finalmente pudo coger otro avión horas más tarde, volar hasta Casablanca y tras 50 minutos de vuelo doméstico plantarse en Marrakech antes de la media noche.
Nuestro viaje acabó con una lipotimia simultánea tras un hammam, un baño de vapor árabe que purifica cuerpo y espíritu mientras te relaja en profundidad. Tal fue la relajación que después de 60 minutos en la sauna y tras habernos sometido a hidratación, exfoliación, masaje y limpieza de todos los poros de nuestro cuerpo caímos en redondo con una diferencia de 30 segundos. Fue ponernos de pie para aclararnos el ungüento de eucalipto y, de golpe, estrellitas y fundido a negro.
Pero entre el hurto y la bajona pasaron muchas cosas, la mayoría divertidas. Como souvenir te traigo las cinco que más me gustaron. Ya sabes, aquí hemos venido a quedarnos con lo bueno:
La cosmética
Ahora mismo, en mi lavabo hay cuatro cremas y dos botes de aceite de argán, otro de higo chumbo (el bótox marroquí), dos frascos de rosa de mosqueta, tres kohls, cinco pintalabios mágicos, arcilla marrón, jabón negro para el scrub y no sé cuántas mandangas más. A los marroquíes se les da bien vender y a nosotras, si se trata de cosmética, se nos da de lujo comprar (con regateo incluido).
Té de menta y pastelitos
Nadie hace el té de menta tan rico. ¿La clave? Mucha menta, mucho azúcar y mezclarlo todo bien escanciándolo 4 veces. Esta infusión combinada con dátiles como puños y pastelitos de frutos secos son una bomba de energía y están riquísimos. Si te gusta el dulce pueden ser tu perdición.
Los colores de las casas
La ciudad roja no luce así por casualidad y es que en Marrakech está prohibido por ley pintar las fachadas de un color que no sea el característico rojizo. Esto crea un contraste precioso entre el cielo y los edificios, un juego de tonalidades maravilloso que no he visto en ninguna otra ciudad.
Los jardines Majorelle
Diseñados por el artista francés Jacques Majorelle en 1924 y propiedad de Yves Saint Lauren y Pierre Bergé desde 1980 son una visita imprescindible. Plantas de todo tipo y un azul que te hace vibrar la retina.
La plaza Jemaa el-Fna جامع الفناء
El lugar que me acogió en mis primeras horas sola. Es una plaza rarísima porque cambia tanto del día a la noche que parece otra. Mientras brilla el sol está llena de paradas de zumos, cosmética, artesanía, encantadores de serpientes o señores con monos adiestrados. Por la noche es otro rollo. De la nada aparecen humeantes paradas de comida donde te sirven todo tipo de tajines, cous cous, brochetas de cordero o los famosísimos caracoles (bastante sosos, la verdad). Se crean círculos donde los locales tocan música y bailan hasta entrada la madrugada. Muy recomendable visitarla cuando se pone el sol, es un espectáculo de gente y color.
Un último consejo, cárgate de paciencia y no te agobies cuando te rodeen y te agarren para venderte cualquier cosa o llevarte a cenar. Sonríe, diles "la shkran" y sigue caminando.
Punto #2: La maldición del café
Tengo un don, el de apreciar, valorar y disfrutar del café como si fuera un tesoro. Me gusta desde que era pequeña. Con 4 años, mientras se alargaba la sobremesa en las comidas familiares, recorría la mesa juntando los culitos de cada taza y dando sorbos a las que se habían quedado a medias. Una guarrada, sí, pero disfrutaba como un gorrino retozando en el lodo.
Decía Truman Capote que cuando Dios te da un don también te da un látigo. Como he dicho, tengo el don de disfrutar del buen café. ¿Mi látigo? La incapacidad de preparar una taza decente. No digo delicioso, me conformaría con ser capaz de hacer un café digno, pero no hay manera. Lo he probado todo, con cafetera italiana, expreso, de goteo, émbolo, incluso el café de cápsulas tiene un sabor raro si lo preparo yo. Siempre decepcionante.
Esta incapacidad me lleva a buscar y encontrar a los mejores dealers de cafeína a mi alrededor. Aquí van mis cinco favoritos:
The Coffee
Bajo del AVE en Madrid, me encuentro a un amigo y me dice que necesita un café. Abre su aplicación de coffee hunter y en 10 minutos nos plantamos en Fuencarral, en un local con aire japonés, moderno y minimalista. Pido un Iced Black y está delicioso. Unos días después, paseando por Sant Antoni encuentro otro y más tarde uno en Enric Granados. Además de preparar café rico, puedes pedir a través de la aplicación, ver el tiempo de espera y recogerlo cuando esté listo. Ah, los camareros son simpatiquísimos.
Roast Club
Lo descubrí al poco tiempo de mudarme al Eixample, mientras paseaba inspeccionando el barrio, pedí un flat white y me supo a gloria. Después llegaron muchos americanos, capuccinos y ristrettos. Ojo con sus cookies y bocadillos, dupla perfecta.
Nomad
Fue mi primer café de especialidad y cambió todo lo que creía saber sobre esta bebida. Mi amigo Navas trabajaba como barista en la cafetería del Raval, me acerqué una tarde y me quedé pillada con el ritual que acompañaba su preparación. Moler el café, pesarlo, prensarlo y verlo caer gota a gota. Alquimia. El local del Raval ya no existe y Navas ya no trabaja de barista, pero aquel primer café se me quedó grabado para siempre.
Syra Coffee
Está entre casa y el trabajo, el café es bueno y… tienen babkas! Cada semana compro una bolsita y voy probando las diferentes variedades. “Santa Fe” y “Salto” son los que me acompañan estos días, ambos son muy buenos, incluso cuando soy yo quien los prepara. Ah, me han chivado que tienen varios locales en Madrid.
Satan’s
Los malotes de Barcelona, enfants terribles del café perfecto. Me encanta bajar caminando hasta su local en el gótico, pedirme una taza de (insertar aquí cualquier variedad, todos son buenos) y quedarme un rato leyendo. Antes de marcharme pido otro para el camino, se ha convertido en tradición. Siempre recordaré con cariño el día en que Miquel Àngel de Casa Mariol me lo descubrió mientras tomábamos un desayuno japonés.
Punto #3: Las kunst y su Club de la Liebre
Vas paseando y te llaman la atención las piezas que se exponen en una galería. Te gustaría entrar para verlas de cerca, pero el espacio, las paredes blancas y la sensación de no pertenecer a ese mundo hacen que te des la vuelta y no cruces la puerta. ¿Te ha pasado alguna vez? A mí también, hasta que conocí .
Este es un proyecto de las kunst, Arantxa y Sandra. Ellas son las responsables de una de mis newsletters favoritas a la que te deberías suscribir si quieres echarte unas risas mientras te enteras de todas las novedades y salseos del mundo del arte. Con este club buscan abrir las puertas y acercar al gran público un sector algo endogámico. Y lo hacen de forma diferente, relajada y disfrutona. Aflojando frenos, rompiendo barreras y eliminando prejuicios.
El funcionamiento es sencillo, como el de un club de lectura. Las kunst proponen una exposición, te envían la información y puedes visitarla a tu aire o, si te da vergüenza, asistir directamente al encuentro del Club de la Liebre el día señalado. En esta cita ellas ofrecen una introducción general, sigue el artista o comisario y acabas comentando la jugada mientras te tomas una cerveza en un ambiente súper agradable.
Hacía tiempo que no sabíamos de ellas, pero este mes de marzo vuelven con fuerza. Será el día 18 y tienen previsto visitar la exposición “Intercanvis” en la galería Dilalica de Barcelona. Si te apetece apuntarte puedes hacerlo aquí. Yo no faltaré a la cita. ¿Nos vemos allí?
Punto #4: El tesoro de la isla del Eixample
Era un domingo por la mañana, no tenía planes y me habían recomendado una exposición a 10 minutos de casa. Iba a ciegas, no había leído absolutamente nada, pero desayuné y empecé a caminar rumbo a la antigua sede de la editorial Gustavo Gil.
(Conozco a una chica que llama así a su gato Gustavo cuando se porta mal. No tiene nada que ver con esto, pero el gato es monísimo y me hacía gracia colarlo por aquí),
Allí me encontré con “Líneas Duras. Edificios, diseño y urbanismo en Barcelona (1949-1974)”, una exposición de la Virreina comisariada por Valentín Roma que expone 29 proyectos tan variados como el del Camp Nou, la sala Vinçon, el comedor de la Seat o el restaurante Flash-Flash.
Pero no fue eso lo que me dejó en shock. Lo que me sorprendió e hizo que me obsesionara hasta hoy es el edificio que acogía la sede de la editorial, una joya desconocida para la mayoría de barceloneses, un tesoro escondido en una isla del Eixample.
El edificio es un ejemplo del racionalismo catalán y pasear por sus instalaciones hace que quieras enfundarte en un vestido a lo Mad Men y fumarte un cigarrillo mientras te sirves un Old Fashioned. Los arquitectos Joaquim Gili y Francesc Bassó proyectaron la construcción que el 1961 obtuvo un merecidísimo Premio FAD de arquitectura. Recuerda a la Bauhaus, Le Corbusier, Mies Van der Rohe o Frank Hoyd Wright y se conserva en un excelente estado.
Pasearás por los almacenes, vestíbulo, despachos, cocina, salas de reuniones y desearás que se convierta en tu lugar de trabajo. Y es que allí todo es bonito, los escritorios, las sillas, la escalera helicoidal. Parece que no haya pasado el tiempo para los interruptores, los tiradores de las puertas y el enorme reloj de pared de la entrada.
¿Te apetece echarle un vistazo? Puedes apuntarte a una visita guiada al edificio y a la exposición hasta el próximo 2 de julio o hacerla a tu aire. Ah, además es gratis.
Punto #5: ¿Qué hacemos aquí?
Lo he dicho al empezar, hoy estamos de aniversario. Se cumple un año de y, 65 puntos después, solo me ha traído alegrías. Me hace disfrutar de las pequeñas cosas, pone orden a una cabecita que a menudo va demasiado rápido y me acerca a personas chulísimas. Además, me hace aprender cada día y fijarme en cuestiones de lo más variado.
Me encantaría organizar una gran fiesta de celebración contigo, pero me ha pillado el toro, lo dejamos para el año que viene, ¿te parece? A cambio voy a explicar cómo y por qué surgió la newsletter que cada día cinco recibes en tu mail.
Todo se remonta a finales de 2021 cuando me di cuenta de que las chorraditas que publicaba en Instagram cada vez despertaban más interés. La gente me pedía detalles sobre los restaurantes que aparecían, las citas que destacaba o se reía de las tontadas que se me ocurrían. Algunas de esas ideas las escribía en mails que me enviaba a mí misma o se quedaban perdidas en Google Docs, un desperdicio. Cansada de ese caos, decidí inventar una excusa para sentarme cada noche delante del ordenador y escribir por puro placer, como hacía de pequeña.
Sabía que el formato sería una newsletter, pero, ¿cómo estructurarla? Se me ocurrió enviar mensualmente una lista con 10 puntos sobre un tema concreto. Lo primero que me vino a la mente fue hablar de “mis 10 bocadillos favoritos”. Empecé a escribir y cuando ya había pasado por el bikini, el sandwich de pastrami, el bocata de albóndigas y el bacon-queso me di cuenta de que aquello no iba a ninguna parte. Además, ¿de qué hablaría los siguientes meses? Me vine abajo y dejé la idea aparcada, quizás el mundo no necesitaba otra newsletter y esta crisis creativa era una señal.
Unos días después, estaba en el gimnasio dándole duro a la elíptica y los auriculares se apagaron, me había fundido la batería. Entonces me quedé sola con mis ideas durante 40 minutos. Benditos 40 minutos que me sirvieron para pensar que la newsletter sería una lista, sí, pero sin temática fija, un día podría hablar de un cóctel y otro de un escritor, una playa o una fotografía. La quería libre, abierta y variada. Serían cinco puntos porque me gustan las cifras impares. Tres me parecían pocos y siete demasiados. Se llamaría cinco puntos y saldría el día cinco de cada mes. Fácil de recordar. Bajé de la máquina, lo apunté todo en el móvil y recuperé la ilusión.
A partir de ese momento le dedicaba cada noche varias horas. Mientras pensaba temas, le daba caña al diseño, al logo y elegía paleta de colores. Parece una chorrada, pero eso me llevó mucho tiempo. No soy diseñadora y hubo varios intentos fallidos (los puedes ver debajo) hasta que me topé con una foto de Joan Miró pintando Azul II y decidí robarle aquellos puntos. Robar a un artista, empezaba bien. En paralelo jugaba con Mailchimp, creaba plantillas, movía columnas y redactaba mensajes para personalizar todos lopos posibles.
Cuando ya estaba en marcha y solo me faltaba empezar a redactar, Amélie Nothomb se cruzó en mi camino como por arte de magia y, en una charla con Sergi Pàmies, me dio toda la energía para ponerme a escribir como una fiera. La charla se titulaba “La sed de escribir” y me despertó algo muy bestia. Esa misma noche me quedé hasta muy tarde escribiendo, releyendo y editando textos como no había hecho nunca. Era la primera semana de febrero y la tenía casi lista. Preparé un borrador y se lo envié a dos personas. La primera, a la que admiro muchísimo, me animó, hizo algunos apuntes y desde entonces ha ayudado a que esto siga creciendo. Le debo muchísimo. Gracias, J. La segunda me dijo que era demasiado larga, se le había hecho pesada y me recomendó reducirla a cinco líneas por punto. Le agradecí la aportación y siguiendo mi instinto decidí no hacerle caso. Creo que fue un acierto.
Así, el 5 de marzo de 2022, cinco puntos llegaba a la bandeja de entrada de 206 personas, una cifra que poco a poco ha ido aumentando hasta llegar casi a 2000 y que no han dejado de darle mimos a un proyecto pequeñito hecho con mucho cariño. Gracias.
Para acabar la newsletter más larga de la historia, cinco curiosidades:
Tengo una pequeña manía, me niego a programar los envíos. Sería práctico y me evitaría el madrugón, pero la sensación de levantarme sabiendo que lo tengo todo preparado para darle al botón y que vuele me encanta. 13 envíos después sigo poniéndome nerviosa.
Durante los primeros pasos de cada newsletter me me siento ridícula, absurda y pienso que a nadie le interesará lo que cuento. Lo paso mal, pero nunca dura más de dos o tres días. Síndrome del impostor lo llaman.
Empecé escribiendo por las noches y me daban las mil. Últimamente le estoy cogiendo el gusto a las mañanas del fin de semana. Funciono bien después del desayuno.
Soy la reina de la procrastinación. Me cuesta horrores sentarme a escribir y centrarme, pero cuando lo consigo puedo pasarme cuatro horas sin moverme de la silla.
Me he convertido en una loca de la edición. Yo, que tengo un libro del que me avergüenzo porque no lo repasé ni una vez, ahora reviso cada punto de forma obsesiva. Disfruto puliendo los párrafos, eliminando palabras repetidas y acortando frases.
Punto y seguido
Y para acabar, los cinco puntitos extra:
"Before Marrakech everything was black". Puedes ver lo que supuso para Yves Saint-Lauren esa ciudad en el documental "Yves Saint-Lauren: My Marrakech".
Que una persona tan maravillosa y obsesionada con el café como David Lynch tenga su propia marca me hace muy feliz. La web es terrible, pero el café es orgánico y tiene buena pinta.
¿Por qué El Club de la Liebre se llama así? Es una historia que me encanta donde Joseph Beuys es clave. Puedes leerla aquí.
Las imágenes que acompañan al punto de la editorial Gustavo Gili son de Francesc Català Roca, uno de mis fotógrafos favoritos. Puedes conocer más de su obra aquí.
Este mes no he parado de escuchar la música de Artur Viñas, aka Socunbohemio, te dejo por aquí mi canción favorita. A Rohmer le gustaría.
Hasta aquí la newsletter de marzo.
Me hace ilusión pensar que cuando recibas la próxima será primavera.
Además, acabaré de pasar un fin de semana en Madrid y espero volver cargadita de novedades. Si tienes alguna recomendación me encantará escucharla.
Una vez más, mil gracias por leerme.
Si te apetece hacer cualquier comentario me encontrarás en newslettercincopuntos@gmail.com.
Me hace mucha ilusión saber qué te ha parecido y qué es lo que más te ha gustado. Si tienes alguna pregunta también estaré encantada en responderte.