¡Feliz 2025! Todavía se puede decir, verdad?
Empezamos enero comiendo bagels, con la receta de un cóctel, un podcast lleno de salseo empresarial, 55 cosas que me han hecho feliz y reflexiones sobre lo raro y lo normal.
Venga, antes de que lleguen los Reyes, ponte un café, busca tu rincón favorito y relájate mientras lees Cinco Puntos.
Gracias por acompañarme.
Punto #1 Bagel Boy
Admiro a la gente resolutiva, rápida, que se crece ante la adversidad y encuentra alternativas cuando las cosas se tuercen. Brendan, aka Bagel Boy, es uno de ellos. Este desarrollador web llegó a Barcelona en 2023 y desde entonces reparte unos bagels que miran a la cara sin temblar a los de Nueva York. Deliciosos.
Su historia empieza en 2016, cuando trabajaba en una tienda de bagels de Nueva Orleans, su ciudad natal. Allí, harto de ver cómo cada día tiraban los que no se vendían, propuso regalarlos entre amigos y familiares. Más adelante, se le ocurrió crear un servicio de reparto a domicilio online y se lo planteó a los jefes. Al parecer no les gustó la idea, la rechazaron y de ahí nació Bagel Boy, su propio negocio.


Brendan estuvo elaborando y repartiendo bagels en Nueva Orleans hasta el año 2020, cuando se trasladó a Ámsterdam. En la capital holandesa siguió horneando y conoció a su pareja, una menorquina con la que decidió mudarse a Barcelona. Al llegar aquí su idea era encontrar trabajo como desarrollador, pero vistas las dificultades encendió el horno y volvió a lo suyo. Aquí no encontró bagels decentes, así que se propuso llenar ese vacío y ahora hornea cada mañana y tarde.


Sobre el surtido, hay para todos los gustos: everything bagel, una mezcla de semillas y especias que incluye amapola, ajo y cebolla (su favorito); el tradicional plain bagel, el de sésamo y opciones dulces como el cinnamon sugar bagel o el honey whole wheat bagel, entre otros. Al pedirlo puedes personalizarlo eligiendo la base y rellenándolo con toppings o quedarte con el bagel y montártelo en casa a tu rollo.
De momento no cuenta con tienda física, pero esperamos que la abra pronto. Mientras tanto, puedes pedir tus bagels online.
Punto #2 Chisme Corporativo
Me encanta el cotilleo. No lo practico demasiado, pero cuando me entrego a él, me lo paso fenomenal. Es entretenido, emocionante, gratis, no perjudica la salud y pocas cosas unen más a dos personas que compartirlo.
En este punto te traigo salseo, pero de otro estilo, salseo empresarial a través de un podcast que descubrí estas vacaciones y que he devorado: Chisme Corporativo.
En él, Macarena Riva y Rosalaura López charlan sobre escándalos, secretos, estrategias, estafas, curiosidades y detalles “chingones” detrás de las marcas más icónicas. Dos amigas que hablan sin pelos en la lengua de lo que pasa cuando los negocios se ponen interesantes, de modelos de éxito, fracasos y traiciones empresariales.
¿Cuáles fueron los primeros pasos de OnlyFans? ¿Qué secretos familiares esconde Hermès? ¿Por qué Ryanair insulta a sus clientes? ¿Cómo logró Starbucks transformar nuestra forma de tomar café? ¿Qué llevó a Nintendo a perder su trono en el mundo de los videojuegos? ¿Cuántas veces ha tropezado Nike y cómo ha conseguido levantarse? Una lista extensísima que me ha hecho compañía estas vacaciones.
Olvídate de los podcasts de negocios clásicos, de emprendedores flipados y tiburones de las finanzas. Maca y Rosalaura son dos amigas listísimas con las que te tomas un café. Estupendas.
Punto #3 Traguito de verano
Hablar de verano en enero suena raro, ¿verdad? Pensé guardar este textito para junio, pero como dice Aloma Rodríguez, “el verano es un estado mental”. Así que aquí me tienes, con la receta de un trago fresquísimo para dar la bienvenida a 2025. Total, con el cambio climático, el frío ya no es lo que era.
Hay cosas que creí haber superado: los pitillos, la esencia de vainilla, las mechas… y el lambrusco. Esa botella roja que regalaban en el Carpi de Lloret al pedir una pizza familiar, que bebíamos como champán antes de salir y que nos hacía sentir sofisticadas cual Carrie Bradshaw con su Cosmopolitan, aunque fuera en vasos de plástico mientras comíamos con las manos. Luego crecimos. Llegó el vino “de verdad” y la boca se nos llenó de taninos, barricas y biodinámicos. El lambrusco quedó desterrado al reino de la adolescencia, junto a los tops de licra y el gloss sabor cereza. Hasta ahora. Porque aquí llega el Lambrusco Spritz.
Lo descubrí en la sección de gastronomía del New York Times y lo adapté a mi estilo. ¿Lo mejor? Es facilísimo y queda resultón.
Qué necesitas:
Hielo.
5 cl de amaro. En la receta recomiendan Averna o Montenegro, pero yo usé Campari y el coctelero del Cock me dijo que funcionaba perfectamente.
10 cl de Lambrusco. Si es tinto, mejor.
5 cl zumo de naranja (recomiendan pomelo, pero no me encanta).
5 cl de agua con gas. En casa siempre San Pellegrino.
Gajito de naranja y un par de aceitunas para decorar.
Preparación:
Vierte el Campari y el zumo de naranja en una copa o en un vaso lleno de hielo.
Añade el lambrusco y el agua con gas por encima.
Remueve suavemente, sin marearlo, que conserve las burbujitas.
Añade el gajo de naranja y las aceitunas a modo de decoración.
Listo, dale un buen sorbo y a disfrutar.
¡Salud!
Punto #4 Fui injusta con 2024
En el podcast de diciembre hacíamos balance del 2024 y creo que fui tremendamente injusta. Le di un 8,5, eso está bien. Pero no fui capaz de enumerar cosas que lo hayan hecho brillar. Yo, que cada día al saltar de la cama doy las gracias por existir y por lo que tengo. Una agradecida compulsiva.
Pues estoy aquí para enmendarlo y, siguiendo el ejemplo de Alberto Moreno en Vanity Fair, voy a enumerar 55 cosas que me han hecho feliz este 2024.
Quizás la reflexión llega un poco tarde, pero llega.
Vi crecer a Kiki y Bouba
Empecé el mejor podcast conversacional de hermanas de l’Eixample de Barcelona
Descubrí la Sfogliatelle napolitana
Vi dos obras de La Veronal
Organicé más comidas y cenas en casa que nunca
Me regalaron un viaje a Copenhagen
Vi a Leila Guerriero presentando La Llamada en la librería Finestres
Descubrí el placer de ducharme con velas y música electrónica
Vi a Bad Gyal en el Sant Jordi con Jordi y Mery
He ido al Gresca más veces de las que me atrevo a reconocer y una de ellas comí al lado de Karlie Kloss
Volví a correr sin dolor
Me bañé en la piscina al aire libre del Hotel Villa rodeada de nieve
Descubrí los mejores cardamomo rolls del mundo
Celebré que la UNESCO declarara el techno berlinés patrimonio cultural inmaterial de la humanidad
Vi a Otessa Moshfegh en el CCCB
Bailé como loca el Dj set de Apparat con Carla
Visité una exposición sobre la muerte en el Arts Santa Mònica y aluciné
Disfruté viendo a mi hermana compartir espacio con Meg Ryan, su ídola de niña
Vi a The Blaze desde un palquito reservado en el Royal Albert Hall y fue pura magia
Disfruté de un desayuno inglés completo en el Polo Bar
Recibí dos fotografías preciosas como regalo de Lalovenenoso
Vi a John Wilson en el CCCB
Flipé con La Zona de Interés
Me alegré del regreso de Romy Mars, la hija de Sofia Coppola y Thomas Mars, a las redes sociales
Disfruté del Eras Tour de Taylor Swift en Lisboa como si tuviera 15 años
Volví a desayunar al Versailles
Vi a Flos Mariae en el Primavera Sound
Flipé con Vampire Weekend y me encantó que cantaran con Phoenix
Confirmé que lo mejor de los festivales son los amigos con los que los compartes
Descubrí los croissants del Sacha y sus pretzels dulces
La revista Traveller publicó el precioso reportaje de Tossa que preparé con Silvia
Fui inmensamente feliz durante tres días en el Sònar
María Jesús nos invitó a los Premios Ondas del podcast y nos escapamos a Madrid sin pensarlo dos veces
Conseguí que mi madre saliera de casa para bailar rumba en la playa de Tossa y la emborraché
Vibré con la exposición “Como un manantial” de Carla Cascales en la Galería Senda
Descubrí el lujo de la tranquilidad en la Casa Anamaria, pura calma y placer
Pedí todos los postres de la carta del mejor chocolatero del mundo en La Santa con Noa y Lara
Vi el Moloko Vellocet de Candela Capitán en el Grec dos veces, en versión solo y grupal
Volví a Grecia con mi hermana
Mejoré mi inglés
Le enseñé Tossa a Miriam y pasamos un fin de semana bonito
Me enamoré del libro de Sofia Coppola
Madrugué para ver salir el sol desde la playa todos los días que pude
Conseguí entradas para ver a Oasis en Manchester
Descubrí el Mercat de Pagesos del barrio y, desde entonces, mis frutas y verduras son insuperables
Dije adiós a un muy buen trabajo que ya no me hacía feliz
Me escapé a Madrid tres veces en mi clásico “sábado de ida y vuelta”
Fui al Liceu por primera vez. Y luego volví dos veces más
Pasé una semana perfecta en Nueva York
Celebré mi cumpleaños en el Alkimia y en el Dry Martini
Disfruté como una enana en el Festival Mira
Vi la exposición de Raul Steinberg en la Fundación March
Descubrí que correr por la playa en Barcelona también mola
Pasé las mejores navidades que recuerdo con familia y amigos
Empecé un trabajo nuevo rodeada de buena gente súper talentosa, creativa y divertida
Punto #5 Lo raro es ser normal
Llevo días dándole vueltas a un concepto: normalidad. Todo empezó cuando una chica que me conoce entre poco y nada soltó un “qué rara eres”. Lo dijo sin maldad aparente, pero con un tonito que sugería no ser un cumplido. Pese a no ofenderme, la frase se quedó dando vueltas en mi cabeza y, como tiendo sobre pensar, aquello no iba a pasar de largo.
“Raro” es una palabra tramposa. Un cuchillo de doble filo. Puede ser una crítica o un piropo, según quién la diga y cómo la escuches. Cuando alguien llama a otra persona "rara", en el fondo está diciendo: "No encajas en mi idea de lo normal". Y de ahí surgen dos preguntas: ¿Qué es normal? y, ¿Por qué he de querer serlo?
Te he contado mi vida mil veces. 41 años. No tengo pareja fija ni la busco, no tengo hijos ni instinto maternal. Me encanta hacer planes sola, vivir a mi ritmo, priorizar el placer, la diversión y cuidar de los míos. No encajo en los moldes sociales más típicos y no me importa. Vivo una vida que para algunos sería un sueño y para otros, una pesadilla. Y está bien así.
Lo que me fascina es que parece haber un miedo colectivo a lo diferente. A no encajar. A no pertenecer al club de lo estándar. Ese temor nos lleva a renunciar a lo que nos hace únicos, a lo que nos hace “nosotros”. En el intento de ser “normales”, muchos acaban siendo copias genéricas, personas de marca blanca. Y eso, para qué mentir, me sabe mal. Pocas cosas me ponen de peor humor que un talento desperdiciado en pro de la conformidad.
Pienso en Rossy de Palma. En un podcast que escuché hace poco la ponían como ejemplo: su nariz, que no encaja en los cánones de belleza tradicionales, se ha convertido en su seña de identidad, en un símbolo de su atractivo. Lo que para unos es un defecto, para otros es un sello. Un superpoder, si sabes abrazarlo con confianza. Pero ojo, no se trata de forzar una excentricidad artificial, sino de aceptar que nuestras peculiaridades son parte de lo que nos hace únicos.
Y después de darle muchas vueltas, llego aquí: ser diferente no es un defecto, es un acto de libertad. Y esa libertad, si tienes suerte, te acerca un poquito a la felicidad. O al menos te aleja de la insatisfacción crónica de intentar ser algo que no eres.
La próxima vez que alguien me diga "qué rara eres", creo que voy a sonreír y no le daré tantas vueltas. Prefiero mil veces ser rara que vivir atrapada en una normalidad que no me llena.
Punto y aparte
Ataque de nostalgia con el podcast especial de Manolito Gafotas en la Cadena Ser. Reencuentro con la versión actualizada del niño de Carabanchel Alto al que tanto le debo. Entrañable.
Primera serie del año. He disfrutado muchísimo con Juego de Mentiras (gracias, Toni). Cinco capítulos que combinan elementos de thriller y humor negro para explorar las dinámicas de engaño y poder en las relaciones. La serie crece en el tercer capítulo y en el último despliega todo su esplendor con un monólogo de Cheryl, una de las protagonistas, glorioso.
El Sphere de Las Vegas acoge la primera residencia de música electrónica con Anyma y su show “The end of Genesys”. El espectáculo es indescriptible y cuenta con artistas invitados como Adriatique, Amelie Lens, Charlotte de Witte, Tiësto… una locura.
Me saltó esta historia en Instagram y me pareció preciosa. En 1991, Treb Heining creó el "confetti blizzard" para celebrar el fin de año en Times Square. Consistía en lanzar 1.360 quilos de confeti para convertir el ambiente en algo espectacular. Lo que la gente no sabía es que se hacía de forma manual con la colaboración de 80 voluntarios que él mismo coordinaba.
Mi hermana y yo preparamos un podcast especial para fin de año con mi madre como invitada especial. Si no lo has hecho todavía, puedes escucharlo aquí:
Y hasta aquí la primera entrega del año. Vamos calentando motores para el próximo podcast que grabaremos con público en casa y que podrás escuchar el 15 de enero.
Hasta entonces, disfruta y pásalo bien.
Feliz de invitar a una chica tan rara (vivan las raras y los raros) y a su hermana a los premios. En 2025 os visito yo en Barcelona. Feliz año, Leti ❤️🌹
Crec que és el millor Cinco Puntos fins ara! Enhorabona, bon any i visca les que som rares!