Esta newsletter me ha salido más larga que enero. Qué barbaridad. Así que voy al grano: este mes escribo de una fiesta apoteósica, una bodega que merece un brindis, una tienda con guasa, momentos de belleza que rozan lo sublime y algo que, sinceramente, no sé ni cómo llamar… una sensación, quizás.
Disfrútala, a tu ritmo.
Punto #1 Máscaras, gatos y un castillo en llamas
Febrero es mes de carnavales y, como me encantan los accesorios, máscaras y disfraces, quiero hablarte de uno de los eventos más exagerados de la historia, el que celebró en 1972 la baronesa Marie-Hélène de Rothschild.
La riquísima heredera organizó una fiesta surrealista en su Château de Ferrières. El evento fue una mezcla de arte, teatro y lujo, con un código de vestimenta delirante y un ambiente donde todo parecía sacado de un sueño raro. Uno de esos que se transforman en pesadilla y hacen que te despiertes sudando.
Del fiestón, estos son mis puntos favoritos:
Anfitriona rica y excéntrica
Marie-Hélène Naila Stephanie Josina de Rothschild, provenía de una familia noble de origen holandés y, tras casarse con Guy de Rothschild, pasó a ser parte de una de las dinastías más poderosas del mundo.
Apasionada del arte y la opulencia, organizaba fiestas que eran puro espectáculo. Además, era amiga de los artistas de la época y se hizo famosa por mezclar excentricidad y excesos con sofisticación y lujo siempre bien acompañada. Una tía tremenda.
Invitaciones y dress code
Tuve un jefe que decía que “la invitación es la carta de presentación que anticipa toda fiesta”. En este caso no podía ser de otra manera. Un tarjetón de fondo azul con nubes blancas y un texto escrito al revés (solo legible con un espejo) apuntaban al surrealismo de René Magritte. Una obra de arte por sí misma.
Dress code: corbata negra, vestidos largos y cabezas surrealistas. Entre las propuestas más impactantes estaban la cabeza de ciervo con lágrimas de diamantes de Marie-Hélène y la jaula con pájaros vivos de Audrey Hepburn.
Castillo y recepción
Igual que yo doy una fiesta en el comedor de casa y pongo cuatro lucecitas y algunas velas, la rica anfitriona iluminó el Château de Ferrières para simular estar envuelto en llamas. Muy discreto.
Mientras, sirvientes disfrazados de gatos llenaban copas, dormían por las esquinas y maullaban por los pasillos. Se dice, se comenta y se rumorea que ensayaron los gestos, sonidos y actitudes felinas durante días para sorprender a los invitados. Miau.
Decoración y banquete
Las mesas estaban adornadas con tortugas disecadas y los platos se servían sobre un maniquí repleto de rosas. Weird. Los cubiertos fueron reemplazados por peces muertos, mezclando lo macabro y lo artístico. Ahí estaba Marie-Hélène, provocando y desafiando las normas estéticas.
Invitados y herencia cultural
La fiesta reunió a nombres como Salvador Dalí, Brigitte Bardot, Elsa Schiaparelli, Audrey Hepburn, François-Marie Banier o el barón Guy de Rothschild y dejó una huella cultural importante.
¿A qué película te ha recordado todo esto? ¿Eyes Wide Shut? Pues sí, el bueno de Stanley Kubrick se inspiró en el sarao de la Rothschild para su última película.
Punto #2 Hijos de Javier
Pantalones chinos beige con el bajo al tobillo dejando ver los calcetines granate y los mocasines Sebago. Pelo engominado, ligeramente despeinado, como si el viento de la Castellana hubiese decidido darle un toque casual. Camisa planchada con tres botones desabrochados porque “demasiada formalidad es una horterada”. Su Patek Philippe -herencia del abuelo- le recuerda que la puntualidad es un valor, pero nunca una obligación.
Criado en colegio privado, verano en Irlanda para soltar el inglés y estudios superiores en el extranjero porque siempre abren la mente. Le gusta recordar aquel año en Boston, cuando, en el frío invierno de la ciudad, perdió la virginidad con una chica cinco años mayor. Una historia que aún le arranca una sonrisilla nostálgica y fanfarrona.
Defiende con orgullo el legado de sus abuelos y no tarda en mencionar el club social al que pertenecen desde antes de que estuviera de moda. En su mente todo cabe: educación sin servilismo, trabajo con placer y diversión sin locuras, no vayamos a pasarnos. Su mantra: "El lujo de verdad es lo que no necesita explicarse".
Podría ser el Cayetano de Carolina Durante, pero no, son Los Hijos de Javier. Un bar en Sarrià Sant Gervasi que aúna los clichés del pijo madrileño (70%), el señorito andaluz (27%) y el burgués catalán (3%, ehem). Todos ellos se dan cita en una bodeguita con las paredes forradas de azulejos, carteles de Jordi Pujol, farolillos de la Feria de Abril y Miguel Bosé sonando de fondo. No le falta detalle. Pósters de la Convergència i Unió de los 80, Javieres ilustres, caprichos taurinos, plaquitas que rezan “Visca la Catalunya d’abans” y botes de Baron Dandy en el lavabo.
Y si en lo aesthetic es un 10, la propuesta gastronómica y los vinos no se quedan atrás. Desde el fino gaditano hasta el clásico vermucito, todo marida con raciones como la lengua al estilo cecina, embutidos, croquetas, morro, oreja, gildas, anchoas o chips con mejillones en escabeche. Mucho clásico canallita simpáticamente irónico.
Puedes elegir instalarte en la barra y observar cómo marcha el turno o acomodarte en las mesitas bajas. No lo olvides, estás en Barcelona. Has cruzado la Diagonal, estás en el upper, pero sigues en la Ciutat Comtal y aquí nos gusta una buena silla.
El último detalle que me llevo en el corazón es su escudo. Un majestuoso emblema heráldico coronado con las siluetas de un mocasín marrón, un carrito de la compra y una cerda amamantando a sus crías. Un icono que entiende a Javier mejor que él mismo.
Punto #3 La (nueva) Llama Store
Hay negocios que devuelven el alma a las ciudades. Las hacen vibrar, salirse del molde y romper con esa monotonía aplastante que imponen las grandes cadenas, donde todo es tan parecido que da lo mismo estar en Madrid que en Londres. Estos negocios se convierten en el pequeño orgullo que quieres enseñarle a los amigos que te visitan un fin de semana. ¡Et voilá!
Hacía tiempo que no lo sentía, pero la nueva tienda de La Llama lo ha conseguido. La antigua era una joyita, cálida y encantadora, aunque pedía a gritos más metros.
Cuando Laia me dijo que habían abierto, no lo dudé y bajé hacia Sant Antoni. El local es chulísimo. Moderno, pero sin pretensiones, buen diseño, ambiente agradable, mucha luz, una original rampa y muchísimos tesoros para dejarte el sueldo. Nada más entrar, a la izquierda, te espera una alineación que ni el mejor comedy club: camisetas y tote bags de George Costanza, El Mundo Today, La Ruina, Monty Python, Seinfeld o Dunder Mifflin.


El espacio se abre con una selección de títulos relacionados con el humor: sátira política, manuales de guión, novelas gráficas, biografías de cómicos como David Sedaris, colecciones de chistes absurdos de The Onion y ensayos sobre la cultura geek. La selección es impecable. Hay alguien con muy buena vista ahí. Un catálogo que invita a reír y a reflexionar.
También encontrarás cientos de gadgets: souvenirs, novedades, artículos de coña, pegatinas, chapas, libretas, postales, láminas, decoración, incluso un cirio por si quieres rezarle a Larry David.
Los impulsores del proyecto, la gestora cultural Abigail López y el cómico Kike García, uno de los fundadores de El Mundo Today, llevan la idea un paso más allá. En la nueva Llama han instalado un estudio de podcast (recordemos que La Ruina empezó entre sus cuatro paredes con 20 personas de público), una salita de stand-up y un área infantil. Y, por si fuera poco, siguen con su proyecto de La Llama Fest y La Llama School.
Esto empieza a sonar a culto, la nueva religión del jeje jiji.
Los encontrarás en el 148 del Carrer Tamarit, tocando al Mercat de Sant Antoni.
Punto #4 La belleza que cura
La belleza me ha salvado más de una vez. Más de dos, tres, cuatro, trescientas. A veces, estoy apagada y, de golpe, aparece algo que de tan bonito me da media vuelta y se apodera de mí. Soy sensible y es una suerte.
Lo pensé un viernes al salir de ver The Brutalist y, esa idea, me llevó a recordar cinco momentos en que la belleza ha podido conmigo:
The Brutalist
Había tenido una mala semana. Poca diversión, vida social limitada, hormonas loquísimas y un enero muy enero. Llegué al viernes derrapando y sin ganas de nada, pero gracias a la insistencia de mi hermana (la mejor) fui a ver The Brutalist. “Hazme caso, te va a gustar”.
Cuánta razón, qué acierto.
No te voy a contar nada, pero te diré que la disfruté desde el primer momento y se me hizo corta. Salí del cine pensando que necesitaba volver a entrar y verla del tirón, sin media parte. Todo es sublime en The Brutalist, todo. Los ángulos de cámara, el vestuario, la arquitectura, la música, esa cantera, DIOS MÍO ESA CANTERA.
Josep Font Alta Costura
Era becaria, compartía piso con tres chicas mallorquinas y lo acababa de dejar con mi novio. No estaba en mi prime, pero aquel día me enviaron a una sesión de fotos que lo cambió todo. No me dieron demasiados detalles, solo un par de albaranes que repasé en el taxi y las indicaciones para recoger unos paquetes. “Que el taxista te deje pegada a la puerta. Si hace falta, que entre contigo. Del taxi al estudio y del estudio al taxi, tanto las joyas como los vestidos son valiosos”. PAM. Cuando crucé el umbral y la mismísima Bela Adler señaló dos vestidos de alta costura de Josep Font me quedé muerta. Ahí estaban, con sus brillantitos cosidos a mano, la seda, las plumas, los tules, la pedrería. Pura artesanía, Haute Couture, obras de arte hechas vestidos. Me quedé un rato mirándolos. Con las manos temblorosas, los enfundé y volví al showroom en estado de shock. El taxista no entendía nada.
Mesalina en brazos del gladiador
Estaba en Valencia y me topé con una exposición de más de cien obras de Sorolla. Le dije a mi amiga Natalia que necesitaba entrar, pero ella se resistió. “No pasa nada, voy sola”.
El recorrido fue agradable, las obras luminosas, Sorolla siempre me llena de alegría, pero hubo un momento en que algo llamó mi atención. “Mesalina en brazos del gladiador”. Dios mío. Clavé delante del cuadro y cuando salí de aquel estado habían pasado más de diez minutos y tenía varios mensajes de Natalia.
Desde aquel día, tengo una foto de la obra guardada en el móvil y cuando estoy flojita la miro para curarme.
Taller Sert
Pasé el fin de semana en Mallorca coincidiendo con el Atlàntida Film Fest y aproveché para visitar el estudio-taller de Joan Miró, diseñado por su gran amigo, el arquitecto Josep Lluís Sert. Un espacio creado para el arte, con luz perfecta y detalles que reflejan la complicidad y el cariño entre los dos genios. Entré y todo explotó. Hacía calor, me mareé y tuve que sentarme para no desplomarme.
Belleza 1 - Leti 0.
James Turrell
Te lo conté hace poco porque pasó este otoño en Nueva York, en el distrito de Queens. Como con The Brutalist, mi hermana me había recomendado ir a ver la obra de James Turrell porque “te va a encantar” en el PS1 del MoMA. Y así fue. Sala cuadrada, paredes blancas revestidas de madera y un hueco en el techo que dejaba ver un perfecto cielo azul. El pecho se me llenó de cosas, tenía la piel de gallina y me quedé paralizada envuelta en aquella energía.
Punto #5 Un sentimiento importante
Dicen que lo que no tiene nombre no existe, pero yo niego esa máxima. Hay una sensación, una chispa, un sentimiento que algunas cosas, personas o situaciones me producen y que no está en el diccionario, pero que siento en todo el cuerpo cuando aparecen. Lo siento en la boca, en el cerebro, pero también en la espalda, brazos y piernas. Es una especie de “encaje total”. Podría seguir describiéndolo, pero va a ser complicado, así que por aquí te dejo algunas de las cosas que me hacen experimentar ese “sentimiento importante”:
El vestuario de las pelis de Woody Allen. El jueves. El asunto de un mail que trae buenas noticias. Gustarle a quien me gusta. La pieza alargada del Tetris que destruye cuatro filas. Cuadrar horarios. El ASMR. New Error. Organizar las vacaciones. Las fotos de diners americanos antiguos. Entenderme con alguien que acabo de conocer. El “fuera de la oficina”. Los edificios de la Bauhaus. 3, 5 y 7. Cerrar la boca y que los dientes encajen. El sabor aperitivo. Llorar de risa. Ahogarme de risa. Escupir de risa. Siempre la risa. El cotilleo sorprendente. Respirar fuerte después del Ventolín. La combinación de azul marino y cielo. Hablar con la mirada. El festivo que no recordaba. Vaselina sobre los labios secos. Meter la mano en una chaqueta y sacar un billete. Que un desconocido me sonría amablemente. Las rupturas dramáticas de gente que me cae mal. Los planes perfectos. El segundo antes del primer beso. Los recuerdos del verano. Las polaroids. El Frenadol cuando hace efecto.
No tiene nombre, pero es lo contrario a la ansiedad.
punto y aparte
Me ha ha hecho gracia esta escena de Punky Brewster y su mensaje antidrogas. Si la cocaína fuera legal y se vendiera en el súper, deberían llamarla “Nose Candy”. ¿Y los niños drogadictos con la merca en el suelo? Maravillosa, la podría ver en bucle.
David Hockney tomará la Fondation Louis Vuitton de París esta primavera en una exposición que promete ser excepcional tanto por su magnitud como por su originalidad. Yo voy.
David Lynch: The Art Life
He llegado hasta aquí sin decir nada sobra la muerte de Lynch, pero aprovecho para recomendarte The Art Life, un retrato íntimo donde él mismo narra su infancia, su formación artística y cómo esas experiencias moldearon su visión creativa. Una pequeña joya de un gran genio.
Estos días ando escuchando mucho “Enfant Sauvage”, el proyecto en solitario de Jonathan Alric, uno de los primos de The Blaze. Me lo descubrió Miqui Puig y solo puedo estarle agradecida.
Lo comenté en el podcast live, he vuelto a mi era Leila Guerriero y no paro de leerla y escucharla. Fiel a mi naturaleza obsesiva, lo he recopilado todo en una lista para que tú también puedas disfrutarla:
Y hasta aquí la entrega de febrero. Volvemos con el podcast el día 15 y con otra newsletter el 5 de marzo.
¡Besitos!
Como siempre, un gusto leerte
La biblioteca y la cantera de the brutalist... Bellesa pura. Jo també tinc la sort que la bellesa m'ataqui directament i em curi. Gràcies per una altra meravellosa newsletter.