Vale, estoy muy nerviosa. Ahí va: Este mes, Cinco Puntos con Marta D. Riezu.
Tenerla por aquí es como si hoy actuara mi grupo favorito en el salón de casa. La admiro desde hace años, la leo con ganas y sigo sus recomendaciones sabiendo que, aunque me encantaría, nunca lograré esa calma elegante que desprende y pone sobre el papel.
Tengo la edición de Terranova de “Agua y Jabón” en la mesita de noche desde aquel Sant Jordi, y lo reviso a menudo. Una oda a la belleza discreta, la elegancia cotidiana y los gestos civilizados que hacen el mundo un poco más habitable.
A Marta puedes leerla también en “La moda justa”, un ensayo breve y preciso sobre el vestir con conciencia, gusto y sentido crítico. Algo muy necesario hoy en día.
Además, la encontrarás en la revista ELLE, donde escribe de estilo, sociedad y referentes culturales con esa mezcla suya de ironía fina, profundidad sin estridencias y ternura.
Es un privilegio tenerla como invitada en esta segunda entrega. Una gran suerte.
Pasa y disfruta.
Punto #1: Un gesto o actitud que, aunque nadie lo note, para ti marca la diferencia entre alguien con clase y alguien sin ella.
Antes pensaba que la escucha, pero desde hace un tiempo creo que todo empieza un paso antes, en lo más elemental: la percepción de tu alrededor, el espacio que ocupas en el mundo, tu estado de atención. Una atención anticipativa, participativa y no reactiva. Observo cada vez más un absoluto egocentrismo del aquí-estoy-yo, ojo que ya ha llegado El Importante. No puedes imponer tu ruido, tu atolondramiento, tus supuestas urgencias, tu olor, tus ideas. No se trata de hacerse invisible y pequeño —algo que se han encargado de enseñarnos muy diligentemente a las mujeres. Es educación básica: te veo, te respeto y convivo sin molestar. Esa coreografía social es la base de la civilización.
Punto #2: Si pudieras invitar a cenar a cinco personas con un gusto impecable, ¿a quién sentarías a la mesa? Pueden ser de cualquier época.
No, no, yo quiero que venga la gente más echada a perder posible. Invitaría a los primeros cinco desconocidos que encontrase por la calle. Pero como serían sensatos y no querrían unirse ni locos, pongamos por ejemplo a Miguel Adrover, Benedetta Craveri, Ed Ruscha, Paul Verhoeven y Martha Stewart (una figura que me obsesiona; el documental de R. J. Cutler es fantástico). Y nada de cena, en casa a partir de las seis se levanta la puerta del castillo. Que vengan a comer y que me dejen hacer la siesta.
Punto #3: Si la elegancia fuera un oficio, ¿cuál sería?
Un buen profesor al que se le permita ejercer su oficio. En los últimos dos años estoy leyendo mucho sobre educación, intentando no dejarme llevar por el pesimismo. No tengo hijos, lo hago por mero interés chafardero-periodístico. Ha aparecido un personaje fabuloso que se llama Damià Bardera; un señor enfadadísimo y guapísimo —de replantearse sus gafas y su ropa podría salir de portada en Fantastic Man, pero él está a otras— que ha denunciado lo que hace muchos años se sospecha, que es haber dejado el futuro de la escuela en manos de burócratas y teóricos bobos. Se edifica la educación sobre una gran mentira: los profesores fingen enseñar, los alumnos fingen aprender.
Punto #4: Un objeto aparentemente humilde pero que consideres una obra maestra del diseño.
Un diseño efímero pero que me interesa mucho es la iconografía del pastel, la tarta. Esa forma redonda, los colores y adornos, las velas, los mensajes, la exposición en la pastelería, la expectativa... La tarta es carnal y vulgar, festiva y excluyente, tiene un fondo triste. Esos pasteles tentadores pero implacables de Wayne Thiebaud. Los de las bodas, que encierran tanta maldad. El culto fetichista de la repostería, que me horroriza. Pero si me preguntas por un diseño que perdure: el lápiz y el sacapuntas (entrañable 'maquineta' en catalán) es un combo imbatible.
Punto #5: Una película, un libro y una canción que reflejen lo que entiendes por estilo.
Los treinta primeros minutos de Io sono l'amore (Luca Guadagnino, 2009), los de presentación de la familia, son redondos. Luego viene la grosera historia de amor, que no me puede importar menos. Pero esa fiesta inicial de cumpleaños del abuelo milanés, con tantos recelos sentados a la mesa, me fascina. Además, hablando de pasteles, aquí un pastel propicia el momento de primer encuentro entre el chef y Tilda Swinton.
Me cuesta muchísimo elegir un solo libro; son lo más importante de mi vida y a lo que dedico más tiempo, estoy todo el día rodeada de ellos y siempre leo/consulto unos 30 a la vez, medida perfecta para volverse chiflado y olvidarlo todo. Por decir uno, el que tengo aquí más a mano, a mi izquierda: el ensayo Viaje a tierras inimaginables, de Dasha Kiper (Libros del Asteroide). Si se ha cuidado a un familiar con demencia debe uno acercarse con mucho cuidado a esta lectura, porque es devastadora.
En cuanto a la canción: por las fechas y porque este miércoles voy al Palau a verla, la Pasión según San Mateo de Bach.
Punto y aparte: Si tuvieras que elegir un solo perfume para toda la vida, ¿cuál sería?
El Blenheim Bouquet de Penhaligon's: limpio, directo, formal y antiguo.
Esto es todo de momento. Vuelvo el día 5 con la newsletter habitual y el día 15 con otro podcast en compañía de mi hermana. Por si todavía no has escuchado el último, te lo dejo por aquí. ¡Disfruta!
Qué conjunción de estrellas mas maravillosa esta de leeros a las dos juntas. 😍
no podemos más con tan buen gusto, amigas.