Cinco Puntos by Letibop #7: Summers Fly. Winters walk
5 de septiembre. ¿Ya? Me niego a dar por acabado el verano, pero me atrevo a hacer balance. Ha sido bueno, muy bueno. Saltando entre islas griegas, tomando mucho el sol y comiendo cantidades obscenas de queso feta, helado de pistacho y ensalada de tomate. Sintiéndome la virgen de agosto en Barcelona y comprobando que el día 15 en la ciudad a cuarenta grados puede ser maravilloso si cenas con la persona adecuada y compartes cócteles. A veces no me creo la suerte que tengo.
Pero aquí estoy, 5 de septiembre, nueva newsletter. Este mes hablo de comida viejuna a más de 10.000 metros de altura. Me pongo intensa con mi película favorita de 2022, se acaba de estrenar y ya la he visto dos veces. Bellísima. Te recomiendo algo que empecé el año pasado, repito este curso y une varias de las cosas que más me gustan. Seguiré con un libro que encontré por casualidad en la biblioteca y me ventilé en menos de un día. Para acabar te voy a hablar de ella, la chica desconocida que desde hace más de 25 años aparece en mi vida cuando menos lo espero. Este verano la he vuelto a ver.
Venga, empezamos curso.
Relájate y vámonos de paseo antes de que empiece a llover.
Punto #1: Comida a bordo
En el avión de Barcelona a Atenas nos entretuvieron con unos bocadillos de hummus, tomate y pesto que no estaban mal. Café y barrita de cereales de postre. No es lo más delicioso del mundo, pero en el avión, igual que en el campo o la playa, todo está más rico.
Ese aperitivo inesperado -no pensaba yo que me alimentarían en un vuelo de tres horas- me hizo recordar los festivales de comida viejuna que se servían en los vuelos de primera clase entre los años 50 y 80, una escena que me encanta. Esas fotos envejecidas donde las azafatas pasean carritos abarrotados de comida de todo tipo por el pasillo. Volar así, sí.
Me gustan tanto que tengo una carpeta dedicada a esas bacanales de altos vuelos. Y es que hay de todo: cóctel de gambas, patas de jamón cocido, pollo al limón, tablas de quesos, canapés, huevos rellenos, áspics de carne o pescado, rosbif, patatas al horno, torres de fruta, fuentes de pastelitos… Y alcohol, carritos tan repletos de botellas que prometen convertir tu viaje en una travesía lisérgica por las nubes. Vino, champagne, ginebra, coñac, anís, licores de colores y cócteles. Que no falte de nada. Ojalá algún día las bandejitas con porciones idénticas, bocadillos resecos y cafés aguados se conviertan en festines que transforman los pasillos del avión en un gran convite.
Prepara cuchillo y tenedor, ponte la servilleta en el cuello y disfruta de esas estampas aquí.
Punto #2: La mejor película del año
No hay un plano malo. Cada imagen de esta película es una postal perfecta, una obra maestra, una composición impecable. Pacifiction, el séptimo trabajo de Albert Serra, te invita a una travesía estética de colores saturados y escenarios paradisíacos que juegan con lo oscuro, lo siniestro y lo misterioso. Una fotografía sublime acompañada de una banda sonora que te mece entre los ritmos polinesios del Morton’s Club de Sergi López y las bases electrónicas que evocan al Club Silencio de Lynch.
Pacifiction está cargada de situaciones inverosímiles, cómicas y extravagantes, pero yo juego a creérmelo. Serra lo pinta tan bonito que lo compro todo. El pack completo. Benoît Magimel ayuda a que me meta dentro y no quiera salir. Él interpreta a De Roller, la máxima autoridad francesa en una isla polinesia que lidia con las quejas de los vecinos ante la posibilidad de pruebas nucleares inminentes. El diplomático se desplaza por los diferentes escenarios con condescendencia y sutil prepotencia. Carga con la película a sus espaldas y te atrapa desde el primer plano. ¿Qué esconde este hombre de traje blanco tan local y universal a la vez?
A nivel narrativo algo ha cambiado. El director de Banyoles se abre ligeramente al público que busca estructuras más convencionales. Es su trabajo más accesible, con una trama más evidente y dinámica, pero sin ser plano. Mantiene su sello de calidad y no defrauda a los fieles.
Que no te asuste la duración, son 165 minutos que fluyen y se convierten en un disfrute continuo lleno de imágenes bonitas. Aquí van cinco momentos que me han parecido bellísimos:
La escena de las olas. Abrí los ojos como platos y me provocó cierto vértigo. Nunca he visto algo así.
El baile y la pelea de gallos. Pese al calor y la humedad, quiero estar ahí.
La lluvia cayendo sobre el Mercedes blanco. Podría pasarme horas mirando esa imagen.
El monólogo de De Roller en el coche. “La política es como una discoteca”. Para enmarcarlo y ponerle un lazo.
La recta final en el club. Entre un Clímax de Gaspar Noé a cámara lenta y la paranoia de Lynch.
No lo negaré, me gusta Serra desde que lo descubrí en el CCCB en 2011 y me quedé dos horas clavada en una sala. Me dejo llevar de un lugar a otro, sin corsés, fluyendo a su ritmo, con calma. Como espectadora, en el momento en que me siento en la butaca para ver una de sus películas, estoy dispuesta a que haga conmigo lo que quiera. Te recomiendo que vayas al cine y pruebes la experiencia. Sobra decir que es altamente recomendable.
Punto #3: Lee, habla y come
“Eres la única persona que conozco capaz de pasarse horas hablando de comida sin aburrirse”. Aha. Me lo dijo mi hermana mientras le explicaba la diferencia entre el pistacho turco y el resto de variedades. Ese comentario me hizo pensar. Estaba segura de que existía mucha gente con más conocimientos y mayor capacidad para hablar de comida que yo. Y así fue, poco después, charlando con Mònica Escudero, amiga y referente en todo lo relacionado con el buen comer y beber, me comentó que iba a poner en marcha un club de lectura titulado “Este libro da hambre”. Una vez al mes reuniría a una veintena de personas que, tras haber leído un libro relacionado con la gastronomía, hablarían de comida mientras picaban algo y tomaban una copa. Gente que no solo disfruta comiendo, sino también hablando de comida y leyendo libros relacionados con uno de los mayores placeres del mundo. El paraíso. Me apunté al momento.
En el club de lectura comparamos puntos de vista, opiniones y vemos cómo lo que a unos nos parece apetecible, a otros les genera otro tipo de sensaciones, incluso rechazo. Hablamos, comemos y bebemos. Pueden ser galletitas de mantequilla con vino, pastel de chocolate o patatas chips -esto fue al principio, en las últimas sesiones el virus nos estropeó el plan-. Paseamos por diferentes dietas, menús e ingredientes, desde los festines que se van de madre en Las Devoradoras a las recetas que Alice B. Toklas compartía con sus insignes amigos.
Pero la cosa no acaba ahí, hablamos tanto de comida que se abre el apetito, así que la tertulia sigue en el bar de al lado, el Charrito -tienen un bikini buenísimo- o vamos a otro restaurante a seguir con lo nuestro.
Este curso el club de lectura vuelve y además de hambre, promete dar sed con libros que también tratan del buen beber. La cita ha cambiado, pasa de ser los martes a los jueves, un día que facilita que estos festines se alarguen. Bien visto ahí.
Pero a lo que iba, te recomiendo apuntarte a un club de lectura. De lo que sea, de lo que más te guste, de lo que podrías estar hablando durante horas. Hay de mil temas y puede convertirse en una de las mejores decisiones del nuevo curso.
Punto #4 : Groupies, playboys y nocturnidades
Me fascina la figura de las groupies. En mi mente se dibujan como ninfas más listas de lo que aparentan que se divierten a costa de creativos necesitados de reconocimiento y afecto. No son víctimas, son Diosas. O, como decía Caitlin Moran, “son lo mejor que le puede pasar a un artista”. Este afecto me lleva a consumir cualquier contenido que hable de ellas, justo lo que ha sucedido con el libro “Narcisistas contemporáneos. Groupies, playboys y nocturnidades” de Luis de León Barga. Ni un día me ha durado.
Deambulando por la biblioteca del barrio me topé con él y descubrí algo mucho más rico. El “groupies” del subtítulo fue lo que hizo que me lo llevara a casa, pero más allá de eso se abría ante mí el universo de los narcisistas contemporáneos. Tras una introducción abordando el mito de Narciso y como Freud lo tipificó de transtorno psicopatológico, el autor establece tres puntos y ofrece una visión histórica desde la Primera Guerra Mundial hasta la generación TikTok.
Las groupies: Musas de la modernidad, seguidoras de artistas o parejas. En este apartado nos encontramos con iconos como Gala, Edie Sedgwick o Marianne Faithful. Las anécdotas y cotilleos relacionados con el éxito, drogas y sexo hacen que sea una lectura muy entretenida. A quién no le va a gustar saber que Bebe Buell prefería acurrucarse con Mick Jagger en el hotel Plaza y hablar de filosofía antes que follar con él.
Los dandis y playboys. Desde finales de la Segunda Guerra Mundial con Pierre Drieu La Rochelle y Porfirio Rubirosa hasta nuestros días con Lady Gaga, considerada por el autor como el último icono del dandismo narcisista que se exhibe a través de las plataformas digitales.
La noche. El escenario donde estas criaturas se dejan ver y tejen sus telarañas para atrapar a sus víctimas y extender sus plumas cual pavo real. Desde las boites y discotecas como Studio 54 en Nueva York, El Sol en Madrid o Bocaccio en Barcelona hasta la siempre enigmática Berghain de Berlín como "espacio sagrado del nuevo Narciso".
Además, este ensayo me ha devuelto un reflejo narcisista. Ese que aparece cuando entro en Instagram, selecciono la cámara frontal y me hago un selfie. Pero ese es un capítulo extenso que ya abriremos otro día. Da para mucho.
Punto #5: La he vuelto a ver
Cuando estudiaba periodismo, entre 2001 y 2005, en una de las fiestas universitarias de los jueves, me fijé en una chica alta, desgarbada y con coleta. Me sonaba, aunque no conseguía saber de qué. La conocía de algo, pero era incapaz de situarla. Pasaron los días y até cabos, hacía atletismo en Lloret. Era de las "pepas", así es como llamábamos a las chicas del colegio de monjas, y habíamos competido juntas en salto de altura y triple a finales de los 90 (siempre he querido usar esta frase).
Tenía las piernas muy largas y cuando compites saltando eso no lo olvidas. No le di más importancia, aunque durante la carrera me la volví a cruzar varias veces por el campus, la villa universitaria o la biblioteca. Era normal, debía estudiar en la UAB y coincidíamos de vez en cuando.
Desde entonces ELLA, ha ido apareciendo en mi vida, en los momentos más insospechados y sitios más remotos, pero nunca, nunca me he atrevido a saludarla y explicarle que estamos conectadas de alguna manera. He llegado a pensar que quizás no exista, que sea fruto de mi imaginación, incluso que sea una especie de ángel de la guarda. Vale, a veces me vengo arriba, pero volver a cruzarme con ella este verano tras unos años de ausencia ha hecho que salten las alarmas.
Haciendo memoria, recuerdo verla en un mercadillo en Roma, era el segundo viaje que hacía con amigos y me hizo gracia encontrarla fuera de la universidad. Después, en un concierto en la Festa Major de Sabadell, no recuerdo el grupo que tocaba pero pensé que era curioso que nos gustara la misma música. La cosa se puso interesante cuando me crucé con ella en el McDonald’s de Times Square una mañana del mes de julio en 2009. Entré para ir al baño y la vi comiéndose una hamburguesa en compañía de un chico. La historia no acaba aquí, en un viaje relámpago a Madrid me la encontré en la estación del AVE comprando chucherías, más adelante en la presentación de un libro en La Central del Raval, en el aeropuerto cogiendo un avión para Maó y en la plaza de Sant Felip Neri. Sí, desde el día que me topé con ella en Nueva York, decidí apuntar los sitios donde la veía. ¿El último? Este verano en las fiestas de Gràcia.
La tuve delante mientras hacía cola para entrar al polyclean y pensé “me alegro de que siga bien”.
Punto y seguido
Gracias por llegar hasta aquí. Para ti el el bonus track de vuelta al cole.
Los que me conocen se sorprenderán al ver en una de mis listas a Manel. Sí, amigos, llego 15 años tarde, pero me han empezado a gustar hace un par de días. Eso y mucho más aquí.
Sé que polariza, que no está hecho para todo el mundo y que los comentarios que algunos espectadores dejan en Filmin son altamente hirientes, pero si quieres ver más obras de Albert Serra, aquí tienes.
Diría que queda alguna plaza para el club de lectura. Si estás interesado, ya sabes.
¿Te gusta el fenómeno de las groupies? Buen momento para recuperar "Almost Famous", aunque como decía Kate Hudson interpretando a Penny Lane: "Nosotras no somos groupies. Las groupies se acuestan con los rockeros porque quieren estar al lado de un famoso. Nosotras estamos aquí por la música, somos las asistentes musicales".
Y cierro con una pregunta, porque a veces yo también tengo dudas. ¿Debería decirle algo a la chica desconocida si me la vuelvo a encontrar?
Hasta aquí cinco puntos de septiembre.
Gracias por leerme, espero haberte hecho la rentrée algo más amena.
Nos vemos el 5 de octubre con chaquetita y preparando las castañas.
Si te apetece hacerme cualquier comentario me encontrarás en newslettercincopuntos@gmail.com.
Me hace mucha ilusión saber qué te ha parecido.