Cinco Puntos by Letibop #2: De momento abril
Había oído hablar de la presión del segundo disco, el miedo que sienten los artistas que han tenido éxito en su debut mientras preparan el siguiente trabajo. Una presión aplicable a libros o películas, pero, ¿miedo a la segunda newsletter?, ¿qué mamarrachada es esa? Pues sí, mientras tecleo y me tomo una manzanilla con miel –viviendo al límite– lo estoy sufriendo.
La primera cinco puntos pensaba que llegaría a amigos y familia, pero voló lejos, hasta Melbourne, Boston o México D.F. Alguien en esas ciudades está leyendo esto. Ahora. Qué fuerte.
Tras reconocer el vértigo y agradecer tu tiempo, te abro la puerta y te invito a recorrer los cinco puntos de abril.
Pasa, pasa, aunque no se note demasiado,
ha llegado la primavera y el cuerpesito lo sabe.
Punto #1 : McDonald's raros
Cuando era pequeña, en el Lloret de los 80, no había McDonald’s. No sabíamos qué era un Big Mac o un Happy Meal, pero teníamos Wimpy, una cadena de hamburgueserías local que imitaba al gigante de la eme amarilla en su decoración y productos.
Desde esa época conservo la obsesión por la decoración de estos restaurantes locales de comida rápida. Espacios clónicos, uniformes, réplicas casi exactas en Helsinki o en Sao Paolo. Pero hace unos días, un hilo de Twitter de 2020 me sorprendió con fotos de McDonald’s que rompían el patrón. Eran raros, diferentes, excéntricos. Todo empezó con el local de Roswell, en Nuevo México, ciudad que vive obsesionada por los extraterrestres y los avistamientos de ovnis. Y de esa obsesión nace un local con apariencia de nave espacial, muchos fluorescentes y un Ronald McDonald que vuela entre cohetes.
De Roswell salté a Ulsan, Dallas, Budapest, Yangshuo… Los McDonald’s raros me atraparon y cuando entro en bucle me cuesta salir. Hay un montón de locales que se saltan el patrón y convierten el clásico establecimiento de ladrillo marrón en estaciones de servicio futuristas, hoteles de lujo, trenes, galerías de arte, templos chinos o casinos. Formas diferentes, colores que van más allá del amarillo-rojo y elementos arquitectónicos imposibles en un local de comida rápida.
Espacios únicos que mi Wimpy de Lloret nunca podría haber imitado. Echa un vistazo aquí.
Punto #2 : Melon, Cheese & Pepper. Mi cóctel favorito
Este punto llega fresquísimo. Tan fresco como que ayer a estas horas ni existía. Y es que por la mañana pasó algo. Cuando tenía la newsletter preparada llegó un “oh, no, hay dos puntos que se parecen demasiado”. Sudor frío. Pánico. Crisis -sí, puedes llamarme drama queen-. Entonces paré y pensé que aquí he venido a escribir de cosas que me gustan. ¿Qué me gusta? Pese a ser temprano, en mi cabeza se instaló la imagen, textura y sabor del “Melon, Cheese & Pepper” de la coctelería Two Schmucks. Un combinado que disfruté hace unas semanas y que recordaba con cariño.
Como la memoria es traicionera, decidí que lo mejor sería acercarme al salir del trabajo y repetir. Todo por ofrecer un testimonio sin fisuras, todo por cinco puntos. Sí, soy una mujer entregadísima.
Y volvió a ser maravilloso. En un primer trago, la cremosidad de la mozzarella convertida en espuma me impregnó los labios, que al tocar la pimienta empezaron a picar. Sin molestar, un ligero cosquilleo, una sensación muy agradable. Incliné un poco el vaso y el frescor del melón cantalupo, la ginebra y el vermú me llenaron la boca del líquido frío, dulce y suave. La perfección. Mientras me lo bebía no dejaba de pensar que cualquier momento es bueno para ese cóctel. Perfecto para el desayuno, sea dulce o salado. Entre horas, de merienda o como cierre de una buena cena. Tiene fruta, leche y especias, esto sí es el alimento de los campeones.
Sí, es mi favorito, pero en el local del Raval todo es un acierto, todo. Elige lo que quieras, déjate aconsejar por las bartenders, no vas a fallar. Los cócteles son diferentes, divertidos y el ambiente es único. Mezcla el punto macarra del barrio con la excelencia de un trabajo tras la barra impecable, algo que los ha llevado a ser el número 11 del ranking mundial de los 50 Best Bars en 2021.
Así que ya sabes, si pasas por Joaquim Costa, déjate caer. Quizás también acabes entregándote al placer tras lo que empezó siendo un tropiezo.
Punto #3 : Tres días en Lisboa
A finales de marzo me escapé tres días a Lisboa. Solo había estado en Portugal haciendo escala y me pareció un buen momento para dedicar un fin de semana a comer, beber y pasear.
Contaba con opiniones de todo tipo. Enamorados, indiferentes y algún hater de la ciudad que lleva “decadente” por apellido. A mí me divirtió, doy el fin de semana por bueno, aunque no me ha enamorado.
Aquí tienes cinco puntos de lo que más disfruté:
As Bifanas do Afonso. Un puestecito de apenas cinco metros cuadrados donde preparan bocadillos de carne de cerdo macerado que sacan al momento de la olla en que hace chup chup durante horas. Añades un poco de mostaza, salsa picante y tocas el cielo al primer bocado.
Cena de graduación. Viernes, 00 h y tres restaurantes seguidos sin mesa disponible. Le suplico al dueño de un antro que se apiade y me dé algo para cenar. Solo tenía bacalao y un grupo de universitarios borrachos celebrando su graduación, si lo aceptaba, la mesa del rincón del altillo era mía. Medio litro de vino blanco y un bacalhau à bras después era la chica más feliz del mundo.
La yaya del 28. Como buen cliché que soy, necesitaba subirme al tranvía número 28. Tras media hora esperando, una señora se coló. Era local y tenía preferencia, se sentó a mi lado y no paró de explicarme historias durante 20 minutos. Entendí un 10% de lo que decía, pero oye, qué bonito es el portugués y qué pelo más blanco se gastaba.
Los chupitos de Ginjinha. Sí, es una turistada, pero esos chupitos de guindas con 20 graditos de alcohol que engullía de un trago me dieron súper poderes –y un evidente subidón de azúcar– para seguir caminando. Como si los pastelitos de nata no fueran suficiente.
Alfama. Un barrio que parece un pueblo en la colina del Castillo de San Jorge. Con lavanderos públicos donde cada dos o tres días los vecinos quedan para lavar a mano y ponerse al día. La red social original. Locales de fado, cuestas empinadísimas y ropa tendida en las ventanas.
Punto #4 : Boing, flip, splash.
VESSELS de Eva Fàbregas
Blandas pero turgentes. Duras pero suaves. Eróticas pero infantiles. Divertidas pero sensuales. Así son las esculturas de Eva Fàbregas, gustito y aversión. Figuras que parecen haber escapado de un bote de Blandi Blub, cobrado vida y estar preparadas para dominar el mundo como si fueran babosas gigantes de colores pastel. Tienen algo naíf, inocente e ingenuo, pero también erótico, sexual y tentador.
Estos seres de silicona descansaban y se retorcían en el blanquísimo suelo de la galería Bombon Projects de Barcelona. Están ahí, esperando a que te acerques y hundas tus manos en ellas, acaricies sus formas y las penetres. Puedes abrazarlas, estirarte encima u observar cómo brillan y cambian de forma cuando los visitantes las manipulan. Y eso es lo que más me gustó de Vessels, que puedes fundirte con la obra y disfrutarla. Las esculturas están ahí para que juegues con ellas. No se me ocurre mejor forma de romper el miedo a visitar una galería que animar al público a sentir la obra con su propio cuerpo.
Eva Fàbregas, que tiene su estudio en el este de Londres, establece una relación casi maternal con su obra y define a estas esculturas como sus hijos. Unas criaturas que dobla con cariño y mete en una maleta para transportarlas alrededor del mundo. Si quieres jugar con ellas, aquí puedes consultar dónde viajarán próximamente. Mientras, echa un vistazo a su web, sube el volumen e imagina el gustito de pasar tus dedos por estas piezas.
Punto #5 : Adicta a los principios
Cuando pienso en la felicidad perfecta hay un instante que siempre me viene a la cabeza: el segundo antes de que empiece un concierto. El momento en que la música se afloja hasta desaparecer, escucho conversaciones a mi alrededor y PUM. Las luces se apagan, calma-tensa y vacío en el estómago. Una especie de vértigo. El principio. Mi momento favorito de todo.
Y es que soy una yonki de los inicios, una adicta a lo que comienza, a no ver el final. Me gusta el viernes a las tres. Empieza el fin de semana y no me preocupa perder el tiempo haciendo el vago porque quedan dos días y medio para volver a la rutina.
El principio de una cita, cuando no controlas nada y no tienes las medidas del otro. Los nervios de las primeras frases. “¿Me ha cogido la mano?”. Todo está por venir, todo puede pasar. Empiezas charlando con una copa de cava y no imaginas que al día siguiente a la misma hora seguiréis juntos, sin haber dormido, paseando a su perro.
Disfruto cuando en una cena el camarero trae las primeras copas, abre la botella de vino y empieza a llenar la mesa de platos. Cuando no sabes qué va a ser lo mejor de la noche ni cómo va a acabar. Postre, café y para casa. O tu “ceno y me voy que mañana madrugo” se convierte en un “van a cerrar, ¿qué hacemos?”.
Mi cariño por los inicios choca de frente con el odio que siento hacia los finales. La última cucharada del postre me parece triste, las despedidas me escuecen y me da pánico la muerte. Vale, no puedo comparar un pedazo de coulant con el fin de mi existencia, pero tienen algo en común: son un final.
Como odio los finales, quiero acabar con un inicio, con buen sabor de boca, el que me ha llevado a empezar cinco puntos. De momento solo veo el principio, lo disfruto y espero que sigas a mi lado sin pensar en cómo acabará.
Punto y seguido
Ya sabes, este punto es un bonus track, el billetito de cinco euros que encuentras en el bolsillo de la chaqueta de entretiempo que has sacado ahora que llega la primavera.
Algunas canciones que he escuchado mientras preparaba cinco puntos. Ha sido un mes raro, divertido, pero muy loco. No me lo tengas en cuenta.
El tema que da título a esta entrega de cinco puntos. La Bienquerida siempre es una buena idea.
En este artículo, Mònica Escudero, amiga y referente en todo lo relativo a comer y beber, hace un retrato perfecto del Two Schmucks. Si con esto no te entran ganas locas de visitarlo, yo ya no sé.
La receta para hacer tu propia bifana. Vivo obsesionada con ese bocadillo desde que volví de Lisboa. Ah, he leído por ahí que a Anthony Bourdain también le gustó.
Eva Fàbregas hablando de "Enredos", su obra previa a Vessels.
Hasta aquí los cinco puntos de abril.
Gracias por leerme. Nos vemos el próximo día 5 en tu mail.
Si te apetece hacerme cualquier comentario me encontrarás en newslettercincopuntos@gmail.com