Con la primera newsletter del verano ha llegado la crisis creativa. No me pasa casi nunca, acostumbro a fluir, pero se me atragantó un punto, me bloqueé y pensé que era absurdo seguir con esto. La pesadilla duró una tarde y tras un par de consejos de personas queridas, ocho kilómetros corriendo y algunos puñetazos a un saco en el gimnasio, las nubes desaparecieron.
Y aquí estoy, con una nueva entrega que brilla más que el sol. Este mes con: curiosidades tenísticas, la exposición de una persona increíble, el mejor croissant de Barcelona, un texto que me sacó un “soy yo, literal” y una declaración de amor.
Va, ponte cómoda y sírvete algo fresquito. Una horchata, café helado, vino blanco, una caña. Le pega todo.
Punto #1 Juego y set
Lo expliqué aquí hace un año. De pequeña mis padres me apuntaron a una escuela de verano que incluía clases de tenis y [espóiler] no me convertí en Serena Williams pero me enamoré de la estética. Me pierden las faldas de tablitas, las muñequeras y el “clop” de la pelota al tocar la raqueta. Excepto la peluca de Agassi, todo es bonito. Sobre torneos, hay uno especialmente bello, el de Wimbledon, que justo se disputa estos días. Antiguo y prestigioso.
Como mi conocimiento y credibilidad para hablar de tenis es nula, te traigo cinco curiosidades de este campeonato.
Fresas con nata
Durante el torneo es habitual ver al público comer fresas con nata. Es una tradición que se remonta a sus inicios. Hoy se sirven más de 28.000 kilos de fresas y 10.000 litros de nata. Las fresas son del condado de Kent, “el jardín de Inglaterra” y, aunque a mí me cueste creerlo, se recogen a diario a las 4 de la mañana para que lleguen frescas. Su precio es de £2.50.
Rufus
Desde 2007 el halcón Rufus se encarga de ahuyentar a las palomas cada mañana volando sobre la cancha. Es el responsable de evitar que las ratas del aire ensucien la hierba o molesten al público. En 2021 un desalmado lo robó preocupando a la sociedad inglesa. Para tranquilidad de todos, lo recuperaron sano y salvo unos días después. Ah, el pajarillo tiene su propia cuenta de Instagram.
Blanco y radiante
Una de las curiosidades más conocidas del torneo, los jugadores han de vestir de blanco casi en su totalidad, incluyendo ropa interior y accesorios. Se estableció así porque es el color que más disimula las manchas de sudor y, por lo tanto, el apropiado para un deporte elegante.
El código es tan estricto que en 2013 enviaron a Roger Federer al vestuario a cambiarse de zapatillas porque tenían la suela naranja. Si lo hubiera consultado con su amiga y aficionada Anna Wintour, jamás habría pasado.
Pelotas
Durante las dos semanas que dura el torneo se utilizan más de 54.000 pelotas que se cambian cada siete y nueve juegos para garantizar su perfecto estado. Una vez acabado el torneo se venden como souvenir o se utilizan en programas de entrenamiento y desarrollo juvenil. Hasta 1986 las pelotas eran blancas, pero ese año se cambió el color a amarillo para mejorar la visibilidad.
Césped
Ocho milímetros, ni uno más ni uno menos. Eso es lo que mide el característico césped de la cancha. Siempre a raya gracias a una combinación de tradición, tecnología y meticulosa atención.
Punto #2 Como un manantial
Si eres afortunada, la vida te cruza con personas excepcionales. Yo lo soy, mucho. Lo pensé al conocer a Carla. Las primeras veces que coincidimos me preguntaba si era real. Nunca había visto a nadie como ella y, tras varios encuentros, festivales y bailes, me di cuenta de que se trataba de alguien muy especial. Talento, delicadeza, maestría. Todo confluye en una persona con una capacidad para escuchar extraordinaria y una creatividad de otro planeta. Carla recoge, absorbe y aprende para dar.
En su última exposición deja que su obra hable por ella. Naturaleza, calma y sensibilidad. En “Como un manantial” Carla se muestra a través de pinturas y cerámicas de gran formato que emanan la paz de un bosque con árboles gigantes. Son obras que transforman el ambiente y cambian la frecuencia en que vibra la sala principal de Senda, la galería que las acoge.
Podría escribir muchísimas cosas de la exposición, pero mi hermana Arantxa, responsable del texto curatorial, lo ha hecho mejor que yo. No puedo estar más orgullosa [inserte aquí lagrimita de emoción].
Ya sabes, si este mes de julio estás por Barcelona y buscas un remanso de tranquilidad y belleza, lo encontrarás en la calle Trafalgar número 32.
Punto #3 El mejor croissant de Barcelona
Sábado, son las 10 de la mañana, me despierto. Nunca lo hago tan tarde, pero es época de festivales y me he metido en la cama hace apenas cuatro horas. No pasa nada, me encuentro bien. El truco es beber un vaso de agua al llegar a casa y comer medio plátano con crema de cacahuete. Mano de santo.
Las ventanas están cerradas, las cortinas corridas, pero, aun así, se cuela un rayo de sol (uoh, oh, oh). Shorts de rayas y camiseta de algodón blanca. Cojo el móvil y repaso los mensajes. “Què fas?” “Estic menjant-me el millor croissant de Barcelona i un mini de jabugo”. Oh, antojo, pero no quiero salir de casa hasta que sea hora de volver al festival. J está en Sacha, una pastelería del upper, zona pija por encima de la Diagonal que divide Barcelona en dos. Abro Glovo para ver si hay suerte. Bingo, Sacha está en la app y este fin de semana tiene envíos gratis. Pues venga, hemos venido a jugar: un croissant de chocolate, uno de mantequilla y otro de frutos rojos. Cinnamon roll y dos barras de pan de cereales, ¿por qué no?
Cuando el repartidor llega ya me he duchado y me he preparado un café. Americano. Muy largo. Me siento en la butaca, estiro las piernas y empiezo por el de mantequilla. ESCÁNDALO. Es súper crujiente, todavía está tibio y a cada bocado siento cómo la grasa se funde y me deja los labios jugosos. Qué placer. Al segundo muerdo el interior, tiernito, se deshace. Está realmente rico. Lo disfruto tanto que no toco el móvil hasta acabar. Cuando he apurado las miguitas crujientes con el dedo, le envío un mensaje a J para confirmar que es el mejor croissant de Barcelona.
El de chocolate y el de frutos rojos también están deli, igual que el rollo de canela, pero donde captas la grandeza de un buen croissant es en su versión más pura, sin elementos que te distraigan. Un 10.
Punto #4 Los introvertidos
No, no estoy repitiendo punto, dame un segundo. Sé que es un tema del que escribo mucho. Pese a ser socialmente activa, también soy muy introvertida. Ya sabes, necesito estar sola para cargar las pilas, bla bla bla.
Sobre esto, hace unos días leí en El País un texto en el que me reflejo nítidamente. Cada frase me define, está muy bien escrito y, por eso, quiero compartirlo contigo.
Lo firma Marta Peirano y se titula “Nosotros los introvertidos”, espero que te guste:
“Nadie que me acabe de conocer sabe que soy introvertida, porque no soy tímida. Me encanta conocer gente nueva, me da una gran curiosidad. Yo misma no entendí la diferencia hasta que leí un perfil de David Remnick donde comparaba a Al Gore con Bill Clinton. Se titula The wilderness campaign. Decía: “La diferencia clásica entre un introvertido y un extrovertido es que, si envías a un introvertido a una recepción o evento con otras cien personas, saldrá con menos energía de la que tenía al entrar; mientras que un extrovertido saldrá energizado, con más energía de la que tenía al entrar”. Eso es exactamente lo que me ocurre a mí, aunque haya sido una noche mágica. Empiezo a entender por qué.
Hay abundante literatura científica sobre el tema. Por ejemplo, los neurólogos dicen que los introvertidos hacemos una gestión diferente de la dopamina. Que tenemos un nivel basal más alto de excitación cortical y nos sobreestimulamos fácilmente; mientras que los extrovertidos lo tienen más bajo, y por eso requieren más estimulación externa. También dicen que gastamos más energía durante las interacciones sociales porque procesamos la información de manera más profunda y minuciosa. Que prestamos demasiada atención. Por eso preferimos las conversaciones cara a cara a las pandillas y las cenas a las fiestas. Hablar con más de una persona al mismo tiempo desborda nuestra capacidad. Algunas de estas experiencias coinciden con la mía, pero no me convence la explicación. Yo no creo que prestar atención sea lo que nos desgasta o llena de energía. Sé que lo importante es la atención de los demás.
La gente me gusta y me agota. El agotamiento es exponencial. Un chiste recurrente entre mis mejores amigos es que desaparezco cuando hay más de cinco personas en la habitación. Pero me gustan las multitudes, cuando están hechas de extraños. Nada me desintegra tanto como una inauguración llena de conocidos que no son mis amigos, pero me gusta ir sola a bailar en clubs, vivir ciudades donde aún no conozco a nadie. Me gusta estar acompañada en mi alegre soledad.
Puedo estar sola durante días sin darme cuenta y sin hablar con nadie, pero solo si se puede decir que leer es no hablar con nadie. Yo creo que leer, ver películas y escuchar música es conversar con otros pero sin llamar su atención. Me gusta estar rodeada de personas que no me miran y disfrutar de su compañía sin que me pongan los ojos encima. Por eso siempre me han atraído los narcisistas. Nos permiten vivir en el centro sin ser el objeto central.
Tenemos una relación patológica con la atención de los demás. Unos la necesitan para saber que existen; otros tratamos de esquivarla para vivir en paz. Todo tiene un precio. “Una cosa sobre Gore es que es un introvertido —dice un exasesor en el perfil de Remnick—. La política fue una elección de carrera horrible para él. Tendría que haber sido profesor universitario, científico o ingeniero. Habría sido más feliz.”. Preferimos escribir libros, columnas o críticas de cine. Hacer películas, canciones, cocinar, pintar. Estudiar minerales y convivir con perros, gatos, niños o mapaches. Estar en el mundo sin el agotador ejercicio de figurar en él. Pero a veces coincidimos más de cinco introvertidos en una cena y nos volvemos de pronto extrovertidos. Entonces somos esa extraña quimera: un introvertido social.
Punto #5 En verano
“En verano todo es mejor”. Simple y claro. Me lo dijo hace años un tipo encantador y con el calor vuelve a resonar en mi cabeza. Aquí va mi oda al verano, una pequeña declaración de amor, a las altas temperaturas y a los días eternos en que todo es posible.
En verano todos estamos más guapos. Piel morena, gafas de sol, pelo alborotado. Ropa ligera, vestidos de tirantes y bikinis con camisas oversize. Todo es más liviano, nada importa y la vida fluye suave. Rebajamos la tensión, los enfados y las preocupaciones. Te levantas sin despertador, tienes la marca de las sábanas en la cara, ducha fría y protector solar. Desayuno tardío, cerezas, sandía, melón. Comida con amigos, gazpacho, tortilla, croquetas y un Magnum Frac de postre. La “siestecita” de dos horas que te lleva a otro planeta y el café con hielo para despejarte. El baño en la playa, la piscina o el río. La cerveza de después y esa copa de vino blanco. “¿Saco unas patatillas?”. Ducha rápida, olor a limpio, Nenuco, capita de aftersun. “¿te apetece una horchata?” El paseo en bici, el “tiruriru, tiruriru” de la feria, los fuegos artificiales. Cenar al aire libre, charlar bajo las estrellas, lucecitas en la terraza. Las fiestas de pueblo, la verbena, aquel concierto. Las señoras bailando “tachín, tachín” con sus nietos, niños trasnochando y la Orquesta Maravilla con su versión del Despasito. Las series malas, novelas cortas y canciones pegadizas.
Las ganas de todo, la vida estallando, la felicidad.
Punto y aparte
57 sándwiches que definen Nueva York. Poco más que añadir. Sándwiches. Nueva York. No necesito más.
Podría pasarme horas viendo a Zoë Kravitz comiendo patatas fritas. Bueno, podría pasarme horas viendo a Zoë Kravitz haciendo cualquier cosa. Qué belleza, qué estilo, qué rollazo.
En el último “Decir las cosas”, Alberto Moreno y Jesús Terrés charlan con la escritora Marta Jiménez Serrano sobre el tipo de compañeros de viaje que son. A partir de ahí, se desata una conversación que podría dialogar con el texto sobre los introvertidos del punto cuatro. Una maravilla.
Sarah Jessica Parker antes de ser Carrie Bradshaw fue Annie. Sucedió en 1979, en Broadway. Puedes verlo aquí.
¿Te has quedado con ganas de más? Pues aquí tienes el último podcast:
C’est fini. El 15 de julio vuelvo junto a mi hermana con el podcast y el 5 de agosto con una nueva newsletter. No cierro por vacaciones. Esta es la “obligación” que más feliz me hace y cuanto más tiempo libre tenga, más ganas de explicarte historias.
Ya sabes, puedes escribirme por mail o Instagram y explicarme qué te ha parecido.
¡Gracias por estar al otro lado!
Para no estar inspirada!! Te veo bastante inspirada: todo lo que me gusta está aquí; sandwich, croissant mantequilla, el arte, la elegancia y estilo, Nueva York, Terrés, Sarah, Zoē, el verano!!!
Leti !! Feliz Verano!!
Tengo curiosidad por saber en qué punto te atascaste. Porque te ha quedado nickel, como dicen los franceses. Qué cantidad de buenas vibraciones, ¡gracias!